lunes, 15 de octubre de 2018

3 Aterradoras Leyendas Urbanas para contar en Halloween




La Dama del Cementerio




Cuenta que un hombre quedó encerrado en el cementerio al terminar el horario de visitas. Inquieto comenzó a dar vueltas por el lugar en busca del sereno para que le abriera la puerta. No lo encontró pero advirtió que frente a una tumba estaba una mujer de pie (según las variantes del relato, puede tratarse de una niña, una adolescente o una mujer adulta). El hombre se le acercó entonces y le contó su situación, alegrándose de ver a alguien más por allí. La mujer le respondió que a ella le había ocurrido lo mismo y que no se preocupara, ya que conocía un lugar desde donde podrían salir.


Con la dama como guía, el sujeto la siguió entre las lápidas, hasta que ella se detuvo indicándole una de las paredes perimetrales del cementerio. Al comprobar que no había ninguna puerta, el hombre le preguntó cómo hacer para salir por ese lugar inaccesible. –Así le respondió la mujer mientras atravesaba el muro.

La Cabaña

Se dice que en una ocasión un estudiante fue al bosque de su ciudad para un trabajo en su universidad. Su función consistía en recolectar muestras de diversas plantas y catalogarlas. Fue tanto su interés en su labor, que no se dio cuenta que el día había acabado y se estaba adentrando en una oscura noche.
Se sentía perdido, no sabía hacia dónde avanzar con tremenda oscuridad. Cuidaba sus pasos para no tropezar, lo único que podría distinguir era la brillante luz de la luna y las estrellas. Después de unos pasos, pudo distinguir una pequeña cabaña en medio del bosque; pensó que sería buena idea entrar y pedir resguardo esa noche hasta el amanecer.
El estudiante se acercó a la cabaña, tocó la puerta unas cuantas veces, pero nadie parecía estar dentro. Al ver que nadie se encontraba por el momento, se decidió a pasar sin ser invitado. La cabaña parecía haber cambiado de tamaño, no aparentaba ser tan grande desde fuera. Había muchas puertas y un largo pasillo.
Mientras buscaba una habitación atravesando el pasillo a oscuras notó que en las paredes de la morada habían extrañas pinturas de personas de aspecto siniestro, al pasar parecían seguirlo con la mirada provocándole un escalofrío que casi le impedía moverse. Tras vencer sus miedos, tragó saliva y continúo por el pasillo hasta encontrar una habitación donde pasó la noche hasta el amanecer.
A la mañana siguiente sus miedos se habían evaporado, hacia una hora que había amanecido por lo que decidió abandonar la cabaña y finalizar su trabajo. Se levantó de la cama y al salir al pasillo se quedó helado…
En las paredes no había ningún cuadro… sólo ventanas

Autor: RockBirth



El Pozo deseos


Estúpida, estúpida, estúpida
Esa soy yo.
No me sentí estúpida esta tarde cuando estaba siendo una buena madre. Era un día de otoño crujiente y las hojas eran de colores hermosos, así que lleve a mi hija a dar un paseo. Recorrimos los caminos a medida que ella relataba cada cuento de hadas que el bosque traía a su mente. No nos importó a ninguna de las dos que fui yo quien le leyó todos esos cuentos de hadas en primer lugar.
No nada de eso fue estúpido. Pero desviamos hacia el viejo pozo de deseos desmoronado ciertamente lo fue.
Ella lo miraba encantada:
¿Alguna vez lo has hecho, mami? ¿Pedir un deseo aquí?
He pedido dos deseos dije. Una vez, te pedí a ti, y luego te hiciste realidad. Y solo me costaste un centavo.
Ella soltó una risita y me pregunto por mi segundo deseo.
Ese deseo fue el más sentimental que he pedido, porque fue por ti de nuevo.
¡Pero ya me tenías!
Sonreí.
Si pero no te quería perder. Pedí el segundo deseo cuando eras un bebe, cuando estabas enferma y los doctores dijeron que no había esperanza. Estaba tan triste que lance otra moneda. Y ese deseo también se volvió realidad, porque mejoras te. ¿Estas contenta de que lo haya deseado?
¡Sí!
Yo también lo estaba. Y no mentía, en verdad pedí ese deseo.
Pero no le dije toda la historia. No le dije como, luego de que tire la moneda, esta salto de vuelta hacia mis pies. No le conté que cuando toque esa moneda entendí de inmediato que había algo ahí abajo o quizá el pozo mismo pidiéndome un deseo a cambio. Y quería algo más que un centavo.
¿Papi también pidió un deseo aquí? Me pregunto.
Por supuesto que iba a preguntar eso. Ella pone a su padre en un pedestal, incluso cuando nunca lo conoció. Le dije a todos los demás que mi esposo huyo, pero a ella solo le he hablado de lo amoroso y devoto que el hombre había sido hasta que desapareció. En su imaginación, es un rey extraviado desde hace mucho, y ella fue su princesa.
No respondí. Nunca arrastre a papi hasta aquí.
Pero lo hice, una vez, porque algunos deseos cuestan más.
Y ahora esta noche, alguien está aporreando mi puerta principal. Gruñidos atormentados que se asemejan vagamente a mi nombre, y puedo oler algo terrible. Es un hedor rancio, como el moho de un sótano o cueva húmeda.
De pronto, hay silencio. Luego, con un choque, la ventana es hecha añicos por una mano esquelética y codiciosa, y el olor mohoso es sobrecogido por la pestilencia de la carne degradada.
Estúpida, estúpida, estúpida.
¿Qué estaba pensando? ¿Qué más iba a desear una niña que adora a su padre perdido?
¿Por qué le di un centavo?




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