La Dama del Cementerio
Cuenta que un hombre quedó encerrado
en el cementerio al terminar el horario de visitas. Inquieto comenzó a dar
vueltas por el lugar en busca del sereno para que le abriera la puerta. No lo
encontró pero advirtió que frente a una tumba estaba una mujer de pie (según
las variantes del relato, puede tratarse de una niña, una adolescente o una
mujer adulta). El hombre se le acercó entonces y le contó su situación,
alegrándose de ver a alguien más por allí. La mujer le respondió que a ella le
había ocurrido lo mismo y que no se preocupara, ya que conocía un lugar desde
donde podrían salir.
Con la dama como guía, el sujeto la
siguió entre las lápidas, hasta que ella se detuvo indicándole una de las
paredes perimetrales del cementerio. Al comprobar que no había ninguna puerta,
el hombre le preguntó cómo hacer para salir por ese lugar inaccesible. –Así le
respondió la mujer mientras atravesaba el muro.
La Cabaña
Se dice que en una
ocasión un estudiante fue al bosque de su ciudad para un trabajo en su
universidad. Su función consistía en recolectar muestras de diversas plantas y
catalogarlas. Fue tanto su interés en su labor, que no se dio cuenta que el día
había acabado y se estaba adentrando en una oscura noche.
Se sentía perdido, no sabía hacia dónde avanzar con tremenda
oscuridad. Cuidaba sus pasos para no tropezar, lo único que podría distinguir
era la brillante luz de la luna y las estrellas. Después de unos pasos, pudo
distinguir una pequeña cabaña en medio del bosque; pensó que sería buena idea
entrar y pedir resguardo esa noche hasta el amanecer.
El estudiante se acercó a la cabaña, tocó la puerta unas cuantas
veces, pero nadie parecía estar dentro. Al ver que nadie se encontraba por el
momento, se decidió a pasar sin ser invitado. La cabaña parecía haber cambiado
de tamaño, no aparentaba ser tan grande desde fuera. Había muchas puertas y un
largo pasillo.
Mientras buscaba una habitación atravesando el pasillo a oscuras
notó que en las paredes de la morada habían extrañas pinturas de personas de
aspecto siniestro, al pasar parecían seguirlo con la mirada provocándole un
escalofrío que casi le impedía moverse. Tras vencer sus miedos, tragó saliva y continúo
por el pasillo hasta encontrar una habitación donde pasó la noche hasta el
amanecer.
A la mañana siguiente sus miedos se habían evaporado, hacia una
hora que había amanecido por lo que decidió abandonar la cabaña y finalizar su
trabajo. Se levantó de la cama y al salir al pasillo se quedó helado…
En las paredes no había ningún cuadro… sólo ventanas
Autor: RockBirth
El Pozo
deseos
Estúpida, estúpida, estúpida
Esa soy yo.
No me sentí
estúpida esta tarde cuando estaba siendo una buena madre. Era un día de otoño
crujiente y las hojas eran de colores hermosos, así que lleve a mi hija a dar
un paseo. Recorrimos los caminos a medida que ella relataba cada cuento de
hadas que el bosque traía a su mente. No nos importó a ninguna de las dos que
fui yo quien le leyó todos esos cuentos de hadas en primer lugar.
No nada de
eso fue estúpido. Pero desviamos hacia el viejo pozo de deseos desmoronado
ciertamente lo fue.
Ella lo
miraba encantada:
¿Alguna vez
lo has hecho, mami? ¿Pedir un deseo aquí?
He pedido
dos deseos dije. Una vez, te pedí a ti, y luego te hiciste realidad. Y solo me
costaste un centavo.
Ella soltó
una risita y me pregunto por mi segundo deseo.
Ese deseo
fue el más sentimental que he pedido, porque fue por ti de nuevo.
¡Pero ya me
tenías!
Sonreí.
Si pero no
te quería perder. Pedí el segundo deseo cuando eras un bebe, cuando estabas
enferma y los doctores dijeron que no había esperanza. Estaba tan triste que
lance otra moneda. Y ese deseo también se volvió realidad, porque mejoras te.
¿Estas contenta de que lo haya deseado?
¡Sí!
Yo también
lo estaba. Y no mentía, en verdad pedí ese deseo.
Pero no le
dije toda la historia. No le dije como, luego de que tire la moneda, esta salto
de vuelta hacia mis pies. No le conté que cuando toque esa moneda entendí de
inmediato que había algo ahí abajo o quizá el pozo mismo pidiéndome un deseo a
cambio. Y quería algo más que un centavo.
¿Papi
también pidió un deseo aquí? Me pregunto.
Por
supuesto que iba a preguntar eso. Ella pone a su padre en un pedestal, incluso
cuando nunca lo conoció. Le dije a todos los demás que mi esposo huyo, pero a
ella solo le he hablado de lo amoroso y devoto que el hombre había sido hasta
que desapareció. En su imaginación, es un rey extraviado desde hace mucho, y
ella fue su princesa.
No
respondí. Nunca arrastre a papi hasta aquí.
Pero lo
hice, una vez, porque algunos deseos cuestan más.
Y ahora
esta noche, alguien está aporreando mi puerta principal. Gruñidos atormentados
que se asemejan vagamente a mi nombre, y puedo oler algo terrible. Es un hedor
rancio, como el moho de un sótano o cueva húmeda.
De pronto,
hay silencio. Luego, con un choque, la ventana es hecha añicos por una mano
esquelética y codiciosa, y el olor mohoso es sobrecogido por la pestilencia de
la carne degradada.
Estúpida,
estúpida, estúpida.
¿Qué estaba
pensando? ¿Qué más iba a desear una niña que adora a su padre perdido?
¿Por qué le
di un centavo?
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