La Leyenda de “La Fábrica del Demonio”
Dos guardias realizaban su ronda nocturna,
ambos llevan unas linternas, aunque la escasa luz que proyectaban con
ellas se perdía en el inmenso y
solitario edificio. Buscaban el origen de un ruido que de pronto los había sorprendido,
mientras caminaban el veterano, cuenta al nuevo guardia la historia de aquel terrorífico lugar.
Le informa que han sido ya seis compañeros
que se han dado de baja por depresión, algunos de los guardias anteriores
afirmaban que se oían ruidos todas las noches, parecían los lamentos de un hombre, también en otras ocasiones había un triste
silbido, pero nada era tan horrendo como sentir la respiración de una persona
en el oído, hasta el grado de percibir la tibieza de su aliento.
El nuevo vigilante empezaba a ponerse
inquieto al saber de tales sucesos extraños, por lo cual la historia siguió en
medio de nerviosismo:
– ¿Esta fábrica estuvo
mucho tiempo sin sufrir algún atraco? A pesar de no contar con vigilancia en
este barrio tan peligroso. Circula una leyenda desde hace tiempo, dicen que el
dueño de la fábrica hizo un pacto con el diablo, para cuidar de la construcción. Lucifer aceptó el
trato y envió un perro horrible, con las fauces de un monstruo y
la envergadura de un caballo que arrastraba sus mugrientas garras por cada
rincón de este horrible lugar. A cambio, el Demonio exigió el alma de un
vigilante al año. Cada doce meses el propietario de la fábrica contrataba a un
guarda nocturno y a los pocos días… ¡Lo encontraban muerto!... Lo
bueno es que ya no tiene el mismo dueño, según me dijeron- agregó
el guardia, -Por
eso hace dos años que no encuentran el cadáver de ninguno de nosotros, los
ruidos extraños no han parado-.
En ese momento un ruido los hizo dirigir
la luz de las linternas hasta un punto especifico, el guardia mas familiarizado
con el lugar se acercó para buscar mejor, sin poder encontrar nada, cuando
llamó a su compañero este no respondía, al regresar al último lugar donde
estuvieron juntos, se distinguía un bulto en el suelo.
El
guardia se acercó y vio a su compañero tirado. Lo tomó de la muñeca para
comprobar el pulso. Pero ya ¡Estaba muerto!,
su cuerpo estaba cubierto de rasguños y rasgaduras, como si una enorme bestia lo hubiera atacado.
La Muñeca Enterrada
José y Pablo eran casi
hermanos se conocían desde pequeños y eran inseparables. Estaban en la misma
clase y, casi siempre que organizaban trabajos en grupo se juntaban. la maestra
de Ciencias Naturales mandó una tarea bastante rara aunque ciertamente
entretenida: los alumnos debían traer muestras de distintos tipos de tierra
según el nivel de profundidad, guardando en bolsitas un puñado de tierra cada
cinco centímetros que horadaran en ella, Era la excusa perfecta para que ambos obtuvieran permiso para ir al bosque.
Decidieron que no deberían adentrarse
demasiado ya que correrían el peligro de perderse. Marcaron todos los árboles
para no equivocar el camino de vuelta. Llegado a un punto un extraño claro les
llamó la atención. El sitio era perfecto para excavar, tras quince o veinte
minutos de risas y bromas, acabaron su almuerzo y Pablo sacó una moneda
diciendo: – El que pierda
empieza -. José
perdió el lanzamiento y un poco desganado buscó por todas partes para elegir
donde comenzar a cavar. Un montón de hongos rojos con puntos blancos llamó su
atención.
Comenzaron entonces con la tarea,
recogiendo muestras de tierra en las bolsas, –
¡Tengo frío, aquí hace más frío que en todo el bosque! – le gritó a Pablo. – ¡Jajaja!, ay sí, ay sí, estás
encima de un lugar maldito o hay un fantasma justo donde estás cavando – le dijo Pablo ridiculizando a su
amigo. José por hacerse el valiente siguió cavando, – ¡Mira! – gritó José cuando llevaba unos minutos
cavando. Pablo fue corriendo a ver lo que José le mostraba con tanta
exaltación, una muñeca pelirroja de unos treinta centímetros. Al
mirarla sintió que un escalofrío le recorría la médula y que el asco se anudaba
en su cuello – ¡Aaaaaggh
suelta eso! –exclamó Pablo con una mezcla de terror y asco mientras se
apartaba de aquella repulsiva muñeca tuerta que José sostenía en su mano.
José que parecía confundido miró de nuevo
a la muñeca y la soltó horrorizado al ver lo mismo que Pablo: gusanos, enormes
gusanos blancos. Se contorsionaban dentro de la cabeza de goma de la muñeca, se
agitaban como poseídos y comenzaron a sacar sus pequeñas cabezas por la cavidad
en que alguna vez estuvo el ojo faltante de esa muñeca pelirroja cubierta por
una ropa que misteriosamente conservaba su blancura casi intacta. El único ojo
que le quedaba a la muñeca era inquietante: grande pero con la parte blanca
pintada de negro y con un iris pequeño e intensamente rojo en el cual había una
diminuta y demoníaca
pupila.
Ambos chicos, realmente asustados,
salieron corriendo del lugar, sintiendo como la mirada del único ojo de esa
muñeca se les clavaba en la espalda. Únicamente pararon un par de veces, porque
José se detuvo a vomitar. Al llegar a casa a José parecía que no le abandonaban
las nauseas, seguía vomitando y se puso pálido. Los dos amigos pensaron que se
recuperaría en una par de horas, pero no fue así, con el paso de los días cada
vez estaba más delgado, pálido y débil. Tenía el aspecto de uno de esos
enfermos terminales que llevan años luchando contra la muerte en una habitación de hospital y los
médicos no acertaban a diagnosticar una causa para su enfermedad. Una semana
después de desenterrar la muñeca José murió.
Desconsolado por la muerte de su amigo,
Pablo empezó a devoraba libros al por mayor. Los libros eran sus nuevos amigos,
y su refugio. Buscaba explicaciones médicas para lo que le pasó a su amigo,
pero los síntomas que sufrió José eran tantos que parecía que había contraído varias enfermedades
mortales simultáneamente.
Un día, en una extraña librería, Pablo
encontró dentro de la sección de Esoterismo un libro sobre
ritos y leyendas.
Era un libro viejo y usado, un libro de esos que ya casi no se encuentran y que
tienen extraños dibujos entre sus páginas cubiertas de polvo. Allí decía lo
siguiente junto al dibujo de una muñeca: “El que tenga un mal
incurable, que entierre una muñeca igual a ésta mientras entona esta
invocación. Su enfermedad quedará atrapada en la muñeca. Pero el primero que la
encontrase recibirá la enfermedad y morirá salvo que realice este mismo
ritual”.
Todo estaba claro: los gusanos, los hongos,
el frío, todos eran indicios de que la muñeca que encontraron en el bosque era
una muñeca maldita. Una muñeca en la que por medio de algún pacto o brujería
alguien había desatado una maldición que condenaría a enfermar a aquel que la
encontrara mientras él curaba su cuerpo y sentenciaba su alma.
El Hombre de
Negro
Siempre existen grupos de amigos que se
reúnen en lugares típicos, para pasar un buen rato y beber sin que nadie los
moleste, la única característica imperdible, es que debe ser un lugar alejado
en medio de la oscuridad.
Después de un par
de tragos, risas y recuerdos
vergonzosos, no falta quien eche a perder el rumbo de la velada como lo hizo
Marta, que de un momento a otro comenzó a llorar de una forma algo extraña,
gritando que alguien los observaba desde la oscuridad, según lo describió un hombre pálido,
tanto como un muerto, vestido completamente de negro.
Negándose los demás a interrumpir la fiesta, tomaron aquello a
tono de burla y las risas les duraron un buen tiempo, observando que a la mujer
no se le pasaba el espanto, decidieron llevarla hasta el sitio para que se
convenciera de aquí ahí no había nadie.
Llegaron todos al lugar, miraron
alrededor, sin encontrar a nadie, fue entonces que Marta se tranquilizó,
volviendo todos a su sitio, se sorprendieron un poco con los gritos de otra de
las muchachas la cual les decía que el hombre de negro estaba ahí que era
cierto, los chicos se molestaron un poco, y las reprendieron por la broma de
mal gusto, alegando que una vez fue divertido, pero dos, ya era molesto.
Cambiaron de puestos, para evitar la misma
situación, enviaron a las jóvenes hacia el medio y los hombres se colocaron en
las orillas, fue entonces que Juan, se quedó viendo fijamente hacía el punto en
cuestión, detenidamente, para de pronto lanzar un grito de horror profundo, que
les hizo a todos levantar de un salto con las instrucciones precisas y claras –¡Corran!-,
iban de prisa hacia el auto mientras tras de ellos, el hombre vestido de negro
se desplazaba con gran velocidad, saliendo de las penumbras, dejando ver lo que
las chicas habían descrito.
Una figura delgada, vestida
completamente de negro, su piel pálida, como la de un muerto, que les dio
alcance como si sus pasos fueran gigantescos, a pesar de que su cuerpo no se
movía al darlos, paso en medio de la fogata sin quemarse, y sin esparcirla, y
en el momento en que estaban montados en el auto, simplemente lo atravesó,
tornándose en una visión transparente, que solo desapareció ante sus ojos, Sin
saber, que o quien era, se reporta esta aparición en muchos lugares, no se sabe
que haya causado un daño más allá del susto fuerte o un estado de pánico. Dando
origen a la “Leyenda del Hombre de Negro”,
que observa desde las sombras, siendo visto por las personas una a la vez, no
todos en grupo, saliendo de las penumbras para correrlos del lugar.
Muy buenos, guaina!
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