sábado, 9 de julio de 2016

Leyendas Urbanas “Dulces Envenenados” L.C.D





Probablemente las leyendas urbanas más populares en Halloween sean la de las brujas reales que cocinan niños,  o asesinos que ocultos bajo algún disfraz aprovechan para cometer sus crímenes, pero mi preferida es la que cuenta que se suelen regalar caramelos envenenados y manzanas con agujas y cuchillas en su interior a los niños…

A  Dalia le tocó en la noche de Halloween la fastidiosa tarea de acompañar a los niños del vecindario, en su búsqueda de dulces tocando puerta por puerta. Todos los años uno de los padres era el encargado de vigilar a los pequeños mientras corrían alegres acumulando dulces y manzanas acarameladas. No es que a Dalia no le gustaran los niños, ella los adoraba, pero tener que controlar a tantos pequeños disfrazados inclusive su niño era un trabajo agotador, a su hijo de ocho años lo podía regañar si lanzaba huevos podridos en dado caso que en alguna casa no le dieran dulces, pero a los demás no.
Aún así tenía que reconocer que lo estaba disfrutando más de los que esperaba, los niños se estaban portando muy bien y estaba viendo a su hijo disfrutar. Además los vecinos del barrio residencial donde vivía eran realmente amables con los niños e incluso con él, ya que varios le ofrecieron golosinas y le daban ánimos con el arduo trabajo de controlar a más de una decena de diablillos. Aunque como en todo vecindario siempre hay una vieja a la que acusan de bruja, a la  que todos los niños le tienen miedo.
La Señora  Elizabeth era el prototipo de anciana viuda, amargada y mal humorada que aparece en las películas, se había casado cuatro veces y sus esposos habían fallecido de forma misteriosa, aunque se investigo las muertes no había nada que la hiciera culpable, quizás solo se trataba de mala suerte, pero los comentarios eran que el diablo estaba celoso de sus esposos entonces se los quitaba de su lado, pues se comentaba que esta señora practicaba hechicería, aunque todos conocemos el dicho de “Pueblo chico infierno grande” no se trataba nada mas que de habladurías, esta vecina recibía a seguido el acoso de los adolescentes y niños que vestían sus árboles de papel higiénico o le arrojan bosta de caballo contra su puerta… Ella era la típica anciana que no devuelve el balón a los niños cuando cae en su jardín y vivía en una vieja casona de esas que provocan un escalofrío al pasar, pues se notaba descuidada y sombría.
Dalia sentía pena por esta mujer, pues cuando ella era pequeña, una vez había tocado su puerta  junto a sus amigos en una noche de Halloween y ella los lleno de dulces caseros, y los trato muy gentilmente pero habían pasado más de 20 años y ya nadie acudía a su puerta,  entonces le contó a los niños sobre los dulces caseros de Elizabeth y lo buena que había sido con ella y sus amigos, les dijo que debían ir a golpear su puerta, por lo menos sería una buena excusa para asustar un poco a los niños y poder controlarlos un poco mejor, pero no querían hacerlo entonces Dalia les dijo que ella golpearía para que vieran que la anciana era amable, y ellos pedirían los dulces. Atravesaron la fila de lapidas que decoraban su jardín, había muñecos colgados de los árboles que aparentaban ser personas ahorcadas, una vez frente a su puerta hasta la misma Dalia sintió un poco de miedo, pues había una extraña estatua que parecía ser un demonio el cual era iluminado por más de 7 velas.
 Respiró hondo y golpeo su puerta, su sorpresa fue grande cuando a los pocos segundos de golpear la puerta la anciana, la anciana apareció totalmente cubierta por una sábana blanca, un disfraz improvisado de fantasma que pareció encantarle a los niños, se reían mientras que ella imitaba a un fantasma repitiendo la palabra – “Booo”. Al fin dejarían de ver a la anciana como una bruja pensó Dalia, comenzó a llenar las canastas de los niños con sus caramelos caseros y sus manzanas acarameladas. Nunca articuló ni una palabra pero sin duda era todo un avance en su actitud. Dalia  agradeció su hermoso gesto y se despidió, Elizabeth la abrazó, pero hubo algo que llamo su atención, y era el hecho de que usara guantes estando dentro de la casa, pero la verdad es que la vieja era tan excéntrica que no le dio mayor importancia. Al menos no hasta pasada más de unas dos horas.

El hijo de Margarita su vecina súbitamente comenzó a vomitar, parecía que se estuviera ahogando y aunque seguía respirando lo hacía de forma muy débil y superficial. Segundos después comenzó a convulsionar en el suelo y sus labios tomaron un color azulado. El tiempo que tardó en llegar la ambulancia se le hizo eterno. Al llegar al hospital el niño estaba en coma, lo entubaron para ayudarlo a respirar, a mismo tiempo otros niños comenzaron a vomitar sangre  y salieron a toda velocidad hacia el hospital mientras la sirena de las ambulancias sacudían con su estruendo el pacífico y tranquilo pueblo.
A pesar de todo el esfuerzo del equipo médico seis de los quince niños fallecieron en menos de cuatro horas. El médico de guardia nunca había visto un caso como el de esa noche, pero si había leído mientras cursaba medicina un caso similar. Un envenenamiento por arsénico o por ingerir trozos de vidrios.
Rápidamente Dalia revisó en la mochila que aún llevaba el cadáver de uno de los niños y encontró la bolsa de caramelos que había recolectado ese Halloween. Un inconfundible olor a almendras amargas se desprendía de una de los caramelos, al partir una de las manzanas caramelizadas encontró en su interior cuchillas de afeitar y agujas. Sin duda alguien había decidido envenenar a todos los niños del barrio o al menos provocarles daños graves con agujas y cuchillas escondidas dentro de la comida.
El médico salió corriendo al pasillo y sujetándola fuertemente por los hombros y le empezó a preguntar si había más niños con esos síntomas
– Debemos avisar al resto de padres que no dejen comer nada a los niños, no podemos permitir que ningún niño más muera. – El médico en su afán por salvar vidas.
– ¿Ningún niño más? – Preguntaré a sus padres recorrimos casi todas las casas de este maldito pueblo.- Dijo ella confundida

Las lágrimas caían de su rostro, mientras el medico le decía que habían encontrado restos de cianuro en las golosinas que alguien le había regalado a los niños e incluso dentro de una manzana habían agujas y cuchillas de afeitar. Dalia recordó cual fue la única casa donde habían regalado manzanas caramelizadas y entonces empezó a atar todos los cabos: la amabilidad sin precedentes de la anciana, porqué llevaba guantes dentro de casa.
Sin mediar palabra salió corriendo del hospital al que justo en ese momento llegaba otro niño con los mismos síntomas. Dalia reconociendo las casas de los niños, dijo que avisara por teléfono al resto de madres que no dejaran comer nada a los niños. No dijo nada más ya que subió a un taxi y salió rumbo a la casa de Elizabeth.
Entró en su casa por una ventana, recorrió toda la casa, al llegar a la habitación de la vieja se dio cuenta de que había ingerido los dulces pues de su boca brotaba una espuma blanca, entonces Dalia la abrazó y exclamó a su oído
 - ¿Abuela que has hecho?-
Pocos minutos después llegó la policía y encontró a Dalia sollozando y sentada en la cocina mientras sostenía una carta en la que el verdadero asesino había escrito:

¡FELIZ HALLOWEEN HIJA QUERIDA!

Nunca encontraron a la madre de Dalia pues ella estaba encerrada en el hospital psiquiátrico del pueblo y muchos creían que se había escapado con la ayuda de la anciana. Un forense determinó que la vieja llevaba muerta varias  horas y no pudo ser quien entregó los dulces envenenados, muchos creían que su hija quien llevaba años encerrada en un hospital para enfermos mentales,  aprovechó su suicidio para envenenar a los pequeños con los dulces. Esa noche fallecieron ocho niños y varios más sufrieron cortes y pinchazos en sus bocas al comer las manzanas inclusive el hijo de Dalia.


NOTA: Por aterrador que parezca en Estados Unidos se han dado casos de envenenamientos y se han localizado tanto cuchillas y agujas como drogas en los dulces que algunos desaprensivos regalan a los niños. ¿Leyenda o realidad? Yo por si acaso me pensaría mucho comerme algo que me ha regalado un desconocido.





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L.C.D

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