Probablemente las leyendas urbanas más
populares en Halloween sean la de las brujas reales que cocinan niños, o asesinos que ocultos bajo algún disfraz
aprovechan para cometer sus crímenes, pero mi preferida es la que cuenta que se
suelen regalar caramelos envenenados y manzanas con agujas y cuchillas en su
interior a los niños…
A Dalia le tocó en la noche de Halloween la fastidiosa tarea de acompañar a los niños del vecindario, en su búsqueda de dulces tocando puerta por puerta. Todos los años uno de los padres era el encargado de vigilar a los pequeños mientras corrían alegres acumulando dulces y manzanas acarameladas. No es que a Dalia no le gustaran los niños, ella los adoraba, pero tener que controlar a tantos pequeños disfrazados inclusive su niño era un trabajo agotador, a su hijo de ocho años lo podía regañar si lanzaba huevos podridos en dado caso que en alguna casa no le dieran dulces, pero a los demás no.
Aún así tenía que reconocer que lo
estaba disfrutando más de los que esperaba, los niños se estaban portando muy
bien y estaba viendo a su hijo disfrutar. Además los vecinos del barrio
residencial donde vivía eran realmente amables con los niños e incluso con él,
ya que varios le ofrecieron golosinas y le daban ánimos con el arduo trabajo de
controlar a más de una decena de diablillos. Aunque como en todo vecindario
siempre hay una vieja a la que acusan de bruja, a la que todos los niños le tienen miedo.
Dalia sentía pena por esta mujer, pues
cuando ella era pequeña, una vez había tocado su puerta junto a sus amigos en una noche de Halloween
y ella los lleno de dulces caseros, y los trato muy gentilmente pero habían
pasado más de 20 años y ya nadie acudía a su puerta, entonces le contó a los niños sobre los dulces
caseros de Elizabeth y lo buena que había sido con ella y sus amigos, les dijo
que debían ir a golpear su puerta, por lo menos sería una buena excusa para
asustar un poco a los niños y poder controlarlos un poco mejor, pero no querían
hacerlo entonces Dalia les dijo que ella golpearía para que vieran que la
anciana era amable, y ellos pedirían los dulces. Atravesaron la fila de lapidas
que decoraban su jardín, había muñecos colgados de los árboles que aparentaban
ser personas ahorcadas, una vez frente a su puerta hasta la misma Dalia sintió
un poco de miedo, pues había una extraña estatua que parecía ser un demonio el
cual era iluminado por más de 7 velas.
Respiró hondo y golpeo su puerta, su sorpresa
fue grande cuando a los pocos segundos de golpear la puerta la anciana, la
anciana apareció totalmente cubierta por una sábana blanca, un disfraz
improvisado de fantasma que pareció encantarle a los niños, se reían mientras
que ella imitaba a un fantasma repitiendo la palabra – “Booo”. Al fin dejarían
de ver a la anciana como una bruja pensó Dalia, comenzó a llenar las canastas
de los niños con sus caramelos caseros y sus manzanas acarameladas. Nunca
articuló ni una palabra pero sin duda era todo un avance en su actitud.
Dalia agradeció su hermoso gesto y se
despidió, Elizabeth la abrazó, pero hubo algo que llamo su atención, y era el
hecho de que usara guantes estando dentro de la casa, pero la verdad es que la
vieja era tan excéntrica que no le dio mayor importancia. Al menos no hasta
pasada más de unas dos horas.
El hijo de Margarita su vecina
súbitamente comenzó a vomitar, parecía que se estuviera ahogando y aunque
seguía respirando lo hacía de forma muy débil y superficial. Segundos después
comenzó a convulsionar en el suelo y sus labios tomaron un color azulado. El
tiempo que tardó en llegar la ambulancia se le hizo eterno. Al llegar al
hospital el niño estaba en coma, lo entubaron para ayudarlo a respirar, a mismo
tiempo otros niños comenzaron a vomitar sangre y salieron a toda velocidad hacia el hospital
mientras la sirena de las ambulancias sacudían con su estruendo el pacífico y
tranquilo pueblo.
A pesar de todo el esfuerzo del equipo médico
seis de los quince niños fallecieron en menos de cuatro horas. El médico de
guardia nunca había visto un caso como el de esa noche, pero si había leído
mientras cursaba medicina un caso similar. Un envenenamiento por arsénico o por
ingerir trozos de vidrios.
Rápidamente Dalia revisó en la mochila que aún llevaba el cadáver de uno de los
niños y encontró la bolsa de caramelos que había recolectado ese Halloween. Un
inconfundible olor a almendras amargas se desprendía de una de los caramelos, al
partir una de las manzanas caramelizadas encontró en su interior cuchillas de
afeitar y agujas. Sin duda alguien había decidido envenenar a todos los niños
del barrio o al menos provocarles daños graves con agujas y cuchillas
escondidas dentro de la comida.
El médico salió corriendo al pasillo y sujetándola
fuertemente por los hombros y le empezó a preguntar si había más niños con esos
síntomas
– Debemos avisar al resto de padres que
no dejen comer nada a los niños, no podemos permitir que ningún niño más muera.
– El médico en su afán por salvar vidas.
– ¿Ningún niño más? – Preguntaré a sus padres recorrimos casi todas las casas
de este maldito pueblo.- Dijo ella confundida
Las lágrimas caían de su rostro,
mientras el medico le decía que habían encontrado restos de cianuro en las
golosinas que alguien le había regalado a los niños e incluso dentro de una
manzana habían agujas y cuchillas de afeitar. Dalia recordó cual fue la única
casa donde habían regalado manzanas caramelizadas y entonces empezó a atar
todos los cabos: la amabilidad sin precedentes de la anciana, porqué llevaba
guantes dentro de casa.
Sin mediar palabra salió corriendo del
hospital al que justo en ese momento llegaba otro niño con los mismos síntomas.
Dalia reconociendo las casas de los niños, dijo que avisara por teléfono al
resto de madres que no dejaran comer nada a los niños. No dijo nada más ya que
subió a un taxi y salió rumbo a la casa de Elizabeth.
Entró en su casa por una ventana,
recorrió toda la casa, al llegar a la habitación de la vieja se dio cuenta de
que había ingerido los dulces pues de su boca brotaba una espuma blanca,
entonces Dalia la abrazó y exclamó a su oído
- ¿Abuela que has hecho?-
Pocos minutos después llegó la policía y
encontró a Dalia sollozando y sentada en la cocina mientras sostenía una carta
en la que el verdadero asesino había escrito:
¡FELIZ HALLOWEEN HIJA QUERIDA!
Nunca encontraron a la madre de Dalia
pues ella estaba encerrada en el hospital psiquiátrico del pueblo y muchos
creían que se había escapado con la ayuda de la anciana. Un forense determinó que la vieja
llevaba muerta varias horas y no pudo
ser quien entregó los dulces envenenados, muchos creían que su hija quien
llevaba años encerrada en un hospital para enfermos mentales, aprovechó su suicidio para envenenar a los
pequeños con los dulces. Esa noche fallecieron ocho niños y varios más
sufrieron cortes y pinchazos en sus bocas al comer las manzanas inclusive el
hijo de Dalia.
NOTA: Por aterrador que parezca en
Estados Unidos se han dado casos de envenenamientos y se han localizado tanto
cuchillas y agujas como drogas en los dulces que algunos desaprensivos regalan
a los niños. ¿Leyenda o realidad? Yo por si acaso me pensaría mucho comerme
algo que me ha regalado un desconocido.
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L.C.D
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