Francisca Rojas de Caraballo, nacida en 1865, se desconoce la
fecha de su muerte, en el año 1892, una madre mató a sus dos hijos para que no
se los llevara el padre. Fue la primera persona en el mundo en ser condenada
por las huellas digitales, creación de Juan Vucetich, fue tradicionalmente
considerada en la ciencia criminalística como la primera persona en el mundo que fue condenada a
partir de la evidencia otorgada por ella misma sus propias huellas dactilares. El 30 de junio de
1892 en la casa de los Caraballo, en el cuartel tercero de Necochea, tuvo lugar
un doble crimen que marcaría un antes y un después en la investigación
criminal, Francisca Rojas de
27 años de edad, una mujer hermosa de rasgos delicados, una chica que cualquier
hombre hubiera pedido su mano en
matrimonio, asesinó salvajemente a sus dos hijos en la pequeña localidad bonaerense de Necochea. Su hijo Ponciano Carballo Rojas, de 6 años, y su
hermana menor Teresa, de 4 años, fueron brutalmente asesinados en su casa. El crimen fue llevado a cabo en la tarde del 29 de
junio, cerca de las 14hs según se presume, tuvo por escena la misma casa y la
habitación de la familia Caraballo, en la cual a esa hora sólo lo se encontraba
la esposa Francisca Rojas, y sus dos
hijos, los niños fueron encontrados degollados en la cama de la madre y ésta al
parecer estaba moribunda, presentando una herida en el cuello aunque no muy
profunda.
Francisca trató de simular un ataque cortándose su propia garganta y
luego culpando de ambos homicidios a su vecino Pedro Ramón Velázquez, él no confesó haber cometido ambos horrendos
crímenes, por lo que los investigadores policiales necesitaban encontrar
pruebas que lo incriminaran o no. Velázquez fue detenido en el campo donde trabajaba y
fue torturado, incluso delante de los cadáveres de los niños que supuestamente
había asesinado, terminó siendo careado con la propia Francisca, quien seguía
acusándolo sin dudar. En su furia, Francisca gritaba que, antes de cortarle el
cuello, Velázquez le había dado una paliza. Pero en el cuerpo de Francisca no había rastros de golpes. Lo que la
policía si encontró como prueba, fue una huella dactilar ensangrentada en el buzón de la puerta
de la casa, ya que la madre negó haber tocado los cadáveres de los dos niños,
implicando haberse manchado con la sangre de ellos, por lo tanto la huella en
cuestión sólo podría haber provenido del propio homicida. Con la ayuda del argentino de origen croata Juan Vucetich,
Oficial de la Policía de la Provincia de Buenos Aires quien fue un pionero mundial en la materia,
se determinó que tales huellas dactilares no pertenecían a Pedro, sino a la
propia Francisca. Una vez confrontada con dicha irrefutable prueba, Rojas
terminó confesando haber asesinado a sus dos hijos.
Los acusados madre y vecino, fueron trasladados a Necochea. Cuando la
madre finalmente confesó el doble crimen, dijo que prefería matar a sus hijos
antes que dárselos a su marido, también
hubo sospechas de torturas hacia la mujer. El cambio era demasiado drástico.
Ella había dicho que, tras ser atacada, el asesino se había apoyado en la
puerta antes de huir. Pero las huellas eran suyas.
La condenaron el 20 de septiembre
de 1894 en Dolores por el delito del doble homicidio de sus hijos menores, a
sufrir la pena de penitenciaría por tiempo indeterminado. Las razones que
llevaron a Francisca Rojas a cometer el doble filicidio fueron la interferencia de Pedro en un
romance entre ella y otro pretendiente, además de la sensación de Rojas de
haber resultado más atractiva ante ese otro galán si no tenía hijos, se
considera que Rojas fue la primera persona condenada a nivel mundial basándose
en la prueba o evidencia criminalística otorgada por sus propias huellas
dactilares. Francisca cometió un delito atroz en el que la perversidad de
sentimientos estalla sin una cumbre de piedad contra sus propios inocentes
hijos.
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