lunes, 30 de enero de 2017

Leyendas Urbanas de Pueblos



Las sombras del cementerio

En Apóstoles hay personas que aseguran la existencia de sombras oscuras en cercanías del cementerio del pueblo. Varias historias corroboran estos dichos, como la de Miguel Ángel Aguilar quien temeroso de cruzar cada noche frente al camposanto para regresar a su hogar una vez se llevó un susto que hasta hoy no puede olvidar.
Es que hace años, el hecho de  volver a su casa desde el centro hasta el barrio militar lo llenaba de miedo, porque para llegar debía pasar indefectiblemente frente al cementerio. La zona era entonces un descampado que rodeaba la avenida San Martín antes de llegar al Regimiento de Monte XXX.
La calle estaba iluminada por farolas que pendían en el centro de los cables que atravesaban la arteria y se balanceaban con el viento, más aún, cuando el tiempo estaba feo.  
Aguilar era en esa época uno de los tantos muchachos integrantes de las barras de jóvenes que se encontraban en el centro de la ciudad para compartir un rato, pero todavía recuerda con nitidez que debía juntar coraje para regresar de noche a su casa del barrio militar.
Pues hace más de 20 años no había remises circunstancia que le trajo a la memoria la escena de los pinos, el muro, la luz balanceándose y el Padre nuestro que rezaba apuradamente para atravesar el trayecto.
Recordó que tendría unos 17 años y la consigna era no mirar para adentro del cementerio cuando cruzaba por el acceso. Pero una noche un temporal lo sorprendió, apuró los pasos y justo antes del cementerio se produjo un apagón que lo dejó totalmente a oscuras.
Solamente los relámpagos iluminaban intermitentemente, cuando entre los reflejos parpadeantes del cielo, divisó una sombra negra que se aproximaba de frente. 
Agachó la cabeza y medio temblando siguió avanzando. “Estaba asustado como nunca, cuando me di cuenta de que la silueta era la de un soldado conscripto que protegido con su amplia capa, caminaba en dirección contraria”. La anécdota no pasó de un susto, pero es una de las tantas que alimentan los relatos de misteriosas apariciones y sombras en el campo santo.



El Pombero



Pombero, una criatura misteriosa que ronda en los bosques, buscando proteger a los animales y las plantas. Las personas aseguran que se trata de una clase de duende, ya que su apariencia es descrita como la de un ser feo y muy peludo. Sus brazos y piernas son cortos y su cuerpo robusto, suele llevar un sombrero hecho de paja y tiene una barba tan grande, que le llega casi hasta la cintura. A pesar de que se le podría considerar una entidad buena, debido a la tarea que cumple para proteger a la Naturaleza, el Pombero suele tener intenciones malvadas. Mata a los hombres que gustan de talar los árboles y pisotear las plantas y cazar animales, sin necesidad verdadera de hacerlo. También le encanta castigar a los niños que se portan mal con la fauna y suele abusar de las mujeres que andan solas por el monte.
La manera en que el Pombero se hace notar por las noches, es emitiendo un silbido muy largo y escalofriante. Se dice que si sorprende a alguien tratando de imitar este sonido, lo mata sin contemplación alguna. Además tiene el poder de hacerse invisible y maneja la hipnosis, por lo cual no le es muy difícil perder a las personas en parajes peligrosos. A pesar de todo, se cuenta que el Pombero siente debilidad por las mujeres embarazadas que están esperando niñas. A ellas lejos de violarlas, las protege y las cuida cuando salen a caminar de noche. Para no asustarlas, puede simular el sonido de animales inocentes, como los pájaros. La única manera de hacer amistad con él, es dejándole obsequios como miel y cigarros de tabaco.
Las aparecidas


Entre tantas otras historias  que aún circulan entre los apostoleños, está siempre presente la de la dama misteriosa que se le apareció a un remisero. Ocurrió en la misma zona, donde ahora se ubican los barrios Centenario y 21 de Septiembre, curiosamente como la mayoría de las leyendas que hablan de apariciones fue frente al cementerio.
Según comentarios, el conductor habría llevado a una muchacha hasta ese lugar. Cuando llegaron la mujer pagó el viaje con un billete grande y cuando el remisero se disponía a darle el cambio, la pasajera le habría dicho que no hacía falta, el hombre insistió y cuando se dio vuelta, la chica había desaparecido. La historia cuenta que el chofer no salía de su impresión cuando vio que la pasajera hecha una silueta, ingresaba al cementerio.
Existen historias de terror que la gente asegura haber experimentado en algún momento de sus vidas, tal es el caso de Pedro Suárez, un joven de apenas 27 años, quien recordó y comentó aún con cierto temor aquella oportunidad en que una mujer fantasma o “la aparecida”, se hizo presente cuando él y un grupo de hombres realizaba su trabajo en el monte.
“Era de tardecita y estábamos cargando rollos con bueyes. De repente apareció una mujer delgada, alta y vestida toda de blanco. Sin presentarse, sin darnos cuenta de dónde vino, por dónde llegó. El total silencio se sumó a la cuadrilla que estábamos arrimando rollizos enormes hacia una planchada, empujó con nosotros, apilaba, moviéndose a la par nuestra. Así, hasta que oscureció tarde en el monte y dimos por terminada la tarea. En todo momento se apuró con nosotros como ayudando a terminar antes. Por su cabello largo casi nadie pudo verle la cara. Pero sin darnos cuenta, desapareció en el aire, sin despedirse ni dejar ninguna señal. Recién ahí sentimos miedo, se me puso cuero de gallina. Los cuatro trabajadores la habíamos visto. Mi papá fue el único que hizo suposiciones. La aparecida vino a ayudarnos para terminar más pronto, también para decirnos que no había razón para trabajar hasta tan tarde en el monte”, relató sin pestañear. Suárez con su esposa y un hijito de tres años vive en una modesta vivienda de su chacra situada en Picada Perne Longo, en inmediaciones del arroyo Las Yerbas a unos cuatro kilómetros de la ruta provincial 2 que va al Moconá.
En esa picada también están radicados sus padres y varios hermanos con quienes suele ausentarse con tíos y hermanos hasta Colonia Pepirí, devorando a pie  no hay transporte, entre 12 y 17 kilómetros de ida y de vuelta para trabajar en chacras ajenas. Van los lunes de madrugada y regresan el sábado a media tarde.
Por la vuelta, el grupo hace inevitable escala en el almacén de Roque Adams ubicado en Puerto Paraíso. En el recreo se arman verdaderas tertulias en las que salen a relucir los relatos, recuerdos, anécdotas y vivencias del monte que los tiene por protagonistas.


El bebedero de animales

Seriamente asistido por sus hermanos y tíos como testigos, Pedro Suárez contó que los más famosos casos de su Picada se deben a los fantasmas de un “bebedero de animales”. Allí, por alguna razón especial, según  cuentan, brota agua salada que tienta a los mamíferos silvestres de la zona.
En cuanto aparece algún cristiano con ganas de cazar, es corrido o asustado por fantasmas que aparecen de distintas formas y en los más insólitos estados visibles, produciendo ruido, estampidos y gemidos. La cuestión es que aquel malintencionado con los animales que merodean allí, termina espantados por algo sobrenatural. 
Para internarse por la picada de simpático nombre hay que atravesar arroyos sin puentes y andar varios kilómetros.
Mientras tanto, los Suárez y otros pobladores de Picada Perne Longo conviven tranquilos con los fantasmas de sus montes empeñados en espantar a cualquier improvisado cazador o aventurero que busque piedras preciosas, según cuentan en la zona.
La casa embrujada



Dicen que el ingenio popular nunca descansa y en la ciudad de Leandro N. Alem se cuentan las  leyendas más misteriosas que desde su fundación allá por el año 1904 narran en reuniones sociales del lugar.
La historia más conocida y comentada por los habitantes, es la de una particular vivienda a la vera de la ruta provincial 225, a unos 2000 metros del centro de la ciudad, camino al paraje conocido como Villa Libertad, donde hace ya muchos años la gran colectividad adventista construyó el Sanatorio Adventista del Nordeste Argentino.
Es así que esa mansión con forma de castillo y abandonada durante muchos años albergó los mitos más variados y casi imposibles de comprobar. Aparentemente el lugar está abandonado ya que los propietarios de la casona nunca pudieron arrendarla porque “se aparecían espíritus en la noche”.
Algunos viejos aseguran que la casona (propiedad de la familia Palczykowski) fue construida sobre un camposanto indígena, y que por ello los espíritus de los aborígenes dueños de estas tierras, resguardan el terreno para el eterno descanso de ellos mismos y se aparecen para espantar a quienes quieran romper la paz de sus sepulcros.
Lo cierto es que más allá de la veracidad o no de esta historia, la casona existe y desde no hace mucho tiempo es habitada por uno de los herederos de esta familia. La espeluznante construcción fue por muchos años, inclusive en la actualidad, materia de debate en charlas de mates acerca de la veracidad de la existencia o no de espíritus que se aparecen allí por las noches.
Lo cierto es  por las dudas nadie se anima a comprobar si las anécdotas que subsisten del ingenio popular son verdades o mentiras.




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