¿Qué son los demonios?
Demonología: ¿Qué es un
demonio?
Cuando nos preguntamos qué
son los demonios, lo primero que pensamos es que son ángeles caídos; sin
embargo, otros han respondido de forma diferente: espíritus desencarnados de
gente malvada; símbolos de nuestro lado oscuro; entidades siniestras creadas
por nuestras mentes; personificaciones de fuerzas misteriosas; veamos en
resumen que es un demonio
Demonio es una palabra que proviene del
griego daimon, que significa algo así
como 'genio' o 'espíritu' “oculto” “destino “no personificado. Este
genio o espíritu también puede ser entendido como una fuerza o entidad que
sirve de intercesor entre la humanidad y las divinidades.
En religión, ocultismo y folclore,
un demonio, es un ser sobrenatural descrito
como algo que no es humano y que usualmente resulta malévolo. Sin embargo, la
palabra griega original es neutral y no contiene una connotación necesariamente
negativa en sus inicios para los antiguos griegos. Esto sucedió por la
aplicación de la koiné (en el helenístico y en el Nuevo
Testamento en griego) del término daimonion y
más tarde se atribuyó ese sentido maléfico a cualquier palabra afín que
compartiera la raíz, cuando originalmente fue previsto para denotar simplemente
a un "espíritu" o un "ser espiritual". También se dice que
puede referirse a personas con un conocimiento elevado como los filósofos.
En las religiones del oriente
cercano, así como en las derivadas de las tradiciones Abrahámicas,
incluyendo la demonología medieval cristiana, un demonio es considerado un
"espíritu impuro", el cual puede causar una posesión demoníaca y
puede ser expulsado por el ritual del exorcismo. En el ocultismo de Occidente
y la magia renacentista, una mezcla de magia greco-romana, demonología judía y
tradición cristiana, un demonio es una entidad espiritual que puede ser
conjurada y controlada. En la literatura muchos de los demonios fueron ángeles
caídos.
Como con frecuencia se representa
como una fuerza que puede ser conjurada y controlada, se pueden encontrar
referencias a "buenos demonios" en Hesíodo y Shakespeare.
La existencia de demonios es un concepto importante en
muchas religiones modernas y tradiciones ocultistas. En algunas culturas
actuales, los demonios son aún temidos por la superstición popular, debido en gran parte a los mencionados
poderes de posesión demoníaca en criaturas
vivas.
En la tradición ocultista contemporánea occidental, un
demonio es utilizado como una metáfora para denominar a ciertos procesos psicológicos
internos "demonios internos", aunque algunos consideran que pueden
también ser tomados como un fenómeno objetivamente real.
Algunos estudiosos creen que gran parte
de la demonología del judaísmo, además de ser una influencia importante en el cristianismo y el islam, se originó de una
tardía forma de zoroastrismo, y fue transferido al judaísmo durante la era persa.
Según la mitología griega, los demonios
eran seres humanos utilizados por los dioses griegos para llevar
las malas noticias al pueblo. De ahí viene la asociación de «mensajeros del
mal». Los demonios eran intercesores entre los dioses y la humanidad.
Los filósofos griegos de las corrientes socráticas (tales
como Platón, discípulo de Sócrates) mencionaban que los demonios eran
seres encargados de otorgar el saber y guiar al humano, tal y como lo menciona
Platón en La apología de Sócrates,
señalándolo como «el hombre que siempre tuvo un dæmon a su lado.
Los demonios, genios o espíritus, al contrario de la creencia
popular, pueden ser buenos o malos. En el
ámbito de las creencias espirituales, se cree que los demonios, en tanto
fuerza no personalizada, actúan a través de las personas
bajo la forma de la posesión, y,
por lo tanto, pueden impulsarles tanto a la creación como a la destrucción,
tanto al bien como al mal. Ahora bien, en ambos casos, el "demonio"
debe ser liberado para que la persona poseída pueda volver a hacer uso de su
voluntad y libertad.
Este tipo de fuerzas debe
distinguirse del concepto de diablo. La palabra diablo alude siempre
a aquel o aquello que divide, que separa o que calumnia. Muchas veces se le personifica
a través de las figuras de Satanás o Lucifer, 'adversario' de Dios y
del hombre. En cambio, un demonio, genio o espíritu no tiene entidad propia,
planes ni voluntad. Por lo tanto, no constituye un personaje.
El catolicismo nos dice que los demonios son seres
espirituales de naturaleza angelical, condenados eternamente a las llamas del
infierno. No tienen cuerpo, no existe en su ser ningún tipo de materia sutil,
ni nada semejante a la materia. Sino que se trata de una existencia de carácter
íntegramente espiritual.
Muchas veces damos por sentada la existencia de los
demonios como ángeles caídos, si nos cuestionamos sobre esta creencia desde una
actitud de duda abierta a la posibilidad de realidades sobrenaturales, nos
tendremos que preguntar ¿qué son los demonios?, cual es la realidad detrás de
la creencia en estos seres.
Para responder a esa pregunta, se ha definido
primeramente qué es el Diablo, éste y sus seguidores están esencialmente
vinculados, y así la definición del primero puede condicionar o determinar la
definición de los segundos.
cabe una breve
explicación, recordemos que la palabra demonio deriva de la palabra griega Daemon.
Recordando que los daemones eran intercesores entre los dioses y la humanidad.
En resumen. En un momento se dividió la palabra daemon
entre ángeles y demonios, en los primeros siglos del cristianismo, los llamados
padres de la iglesia en sus escritos comenzaron a formar lo que hoy en día
conocemos como teología, la base filosófica de la creencia cristiana, que sería
una fusión de la cultura, y la mitología griega y latina y de la historia y
cultura judaica. Fue así que los padres de la iglesia para desacreditar las
creencia espiritual y religiosas antiguas llamadas creencia paganas, dividieron
a los daimones entre, ángeles y demonios. Intentando convertir así a todos los
dioses paganos en supersticiones y a los daimones en demonios.
El cristianismo heredó la demonología judía,
pero no la concepción demonológica del “judaísmo clásico” sino concepciones muy
difundidas en el judaísmo anterior. La demonología cristiana será muy distinta
de la del judaísmo; y, la demonología que tomará de aquel, concibe a los
demonios como ángeles caídos, ángeles condenados que desobedecieron a Dios y
por eso se convirtieron en demonios, por desobediencia. La traducción de la Biblia al griego, que sería la versión más utilizada por los judíos de la diáspora, había traducido “Satán” como diábolos (de donde viene la palabra “diablo”), pero esta palabra tiene una connotación más negativa que “Satán” en hebreo, al sentido de adversario y acusador, le añadía un sentido de calumniador, falseador y mentiroso, ausente en el original hebreo. Junto a este giro, hubo otros como el de San Jerónimo, que en su Vulgata (su traducción de la Biblia ) introdujo “Lucifer” como nombre propio en un pasaje del Libro de Isaías.
Resulta entonces claro cómo las traducciones juegan un rol importante a la hora de sustentar planteamientos teológicos
Hay indicios de que la mitología hebrea popular
atribuye a los demonios de una cierta independencia, un carácter malvado
propio, porque se cree que vienen no de la morada celestial de Dios, sino del
mundo inferior.
Los demonios hebreos eran los hacedores de daño. A ellos se atribuyen las diversas enfermedades, sobre todo, como afectan el cerebro y las partes internas. Estos demonios se supone que entran en el cuerpo y provocan la enfermedad, mientras abruman o se "apoderan" de la víctima (como si "incautaran" el cuerpo). Para curar dichas enfermedades era necesario sacar los demonios por ciertos encantamientos y rituales con talismanes, en los que sobresalían los esenios.
Los demonios hebreos eran los hacedores de daño. A ellos se atribuyen las diversas enfermedades, sobre todo, como afectan el cerebro y las partes internas. Estos demonios se supone que entran en el cuerpo y provocan la enfermedad, mientras abruman o se "apoderan" de la víctima (como si "incautaran" el cuerpo). Para curar dichas enfermedades era necesario sacar los demonios por ciertos encantamientos y rituales con talismanes, en los que sobresalían los esenios.
El catolicismo nos dice que los demonios
son seres
espirituales de naturaleza angelical, condenados eternamente a las llamas del
infierno. No tienen cuerpo, no existe en su ser ningún tipo de materia sutil,
ni nada semejante a la materia. Sino que se trata de una existencia de carácter
íntegramente espiritual.
Muchas veces damos por sentada la
existencia de los demonios como ángeles caídos, si nos cuestionamos sobre esta
creencia desde una actitud de duda abierta a la posibilidad de realidades
sobrenaturales, nos tendremos que preguntar ¿qué son los demonios?, cual es la
realidad detrás de la creencia en estos seres.
Para responder a esa pregunta, se ha definido primeramente qué es el Diablo, éste y sus seguidores están esencialmente vinculados, y así la definición del primero puede condicionar o determinar la definición de los segundos. Conozcamos ahora algunas de las principales teorías que se han dado al respecto, incluyendo tanto las más convencidas de la realidad demoníaca tal y como la concebimos, como las más escépticas, ya sea de
Sigmund Freud y el diablo
La historia del Diablo coincide con la historia del
miedo y angustias propias de los psiquismos personales. La creencia en el
Diablo representa en gran parte la exteriorización de dos series de deseos
removidos derivados del complejo infantil de Edipo, el deseo de imitar algunos
aspectos de la figura paterna y el deseo de desafiar al padre. En tal creencia
se implica, por consiguiente, la emulación y la hostilidad, como componentes
ambiguos de la relación con el padre. Se da aquí una identidad originaria de
Dios y del Diablo, como dos aspectos de la misma realidad místicamente
advertida en sus contradicciones opositoras, que se pueden estudiar en diversos
contextos etno-histórico-religiosos. El diablo refleja cuatro experiencias
psíquicas diversas: el padre por el cual se siente admiración, y de cuya
potencia sexual el niño siente envidia (he aquí, por tanto, la fuerza
sexualizada y libídica del demonio); el padre contra el que se siente una
decidida hostilidad y que es, él mismo, hostil al hijo (de aquí la figura
diabólica del pene y portadora de destrucciones); el hijo que emula al padre,
que copia deliberadamente a Dios (el diablo, simia Dei; el simio o bufón de
Dios); el hijo que desafía al padre, el gran rebelde que se vuelve contra Dios
y que es arrojado del cielo.
"Sabemos, ante todo, que Dios es un
sustituto del padre, o, más precisamente un padre que ha sido ensalzado... En
cuanto al demonio malvado, sabemos que es considerado la antítesis de Dios,
aunque siendo, por su naturaleza, muy afín a Dios... No hace falta una gran
perspicacia analítica para argüir que Dios y el diablo fueron originariamente
idénticos; una única figura que, a continuación, fue escindida en dos figuras
dotadas de atributos opuestos... Y este es un ejemplo del bien conocido proceso
por el que una representación, que tiene un contenido contradictorio
(ambivalente) se descompone en dos términos opuestos en neto contraste entre
ellos. De cualquier modo, las contradicciones específicas concernientes a la
naturaleza originaria de Dios reflejan la ambivalencia que caracteriza la
relación de cada uno con el propio padre personal.
Si el Dios justo y misericordioso es un
sustituto del padre, no hay por qué asombrarse de que también la actitud hostil
ante el padre, por lo cual el hijo lo odia, lo teme y se queja de él, haya
encontrado expresión en la creación de Satanás".
Freud elaboró un psicoanálisis aplicado
del diablo. Punto por punto, Luisa de Urtubey lo ha reconstruido. Ha
descubierto que se estructura en torno a dos temas interpretativos coexistentes
y de igual importancia. Según el primero, el diablo es una representación, en
primer lugar, del inconsciente, después de las pulsiones libidinales reprimidas
y finalmente de la pulsión de muerte. Según el segundo, el diablo es el representante
del padre malo, por seductor. Analizando más profundamente estos dos temas,
Luisa de Urtubey sugiere que el diablo pulsional representa para Freud, en cada
momento de su pensamiento, lo que es más inconciliable con el yo y lo menos
mediatizado por el proceso secundario. Tras el diablo mal padre seductor, se
ocultan la pareja combinada angustiante y el mal objeto excitante
interiorizado. Frente a ese diablo padre, se constituyen tipos de compromiso,
que expresan tres grados de relación: seducción, posesión y pacto. Freud
aparece, a veces, seducido por el diablo, acercando la creencia en el análisis
a la creencia en el Maligno y adjudicándose el papel de bruja. En otros
momentos, rechaza todo nexo con lo diabólico y la posesión. Así sucede en una
neurosis demoníaca en el siglo diecisiete, texto largamente estudiado aquí y
que Luisa de Urtubey considera, a la vez, como el estudio clínico menos logrado
que Freud haya escrito y como la creación más importante que Freud nos haya
dejado sobre el diablo como representante del padre. Luisa de Urtubey ejerce
como psicoanalista, es miembro de la Sociedad psicoanalítica de París y Doctora en
Psicopatología clínica y Psicoanálisis.
Biblia
Satánica de LaVey
Citemos ahora a
Michael
W. Ford
Michel-w-Ford, uno de los principales
expositores del luciferianismo contemporáneo, tiene una concepción de los
demonios muy parecida a la de Anton LaVey, aunque con cierto toque jungiano (de
Carl Gustav Jung) y un enfoque práctico que hace pensar en la Magia del Caos por la
cuestión de las entidades creadas como algo capaz de engendrar o ayudar a
engendrar hechos concretos en el “mundo real”.
Así, su teoría de la magia ritual postula que los “dioses”, “espíritus” y “demonios” son creaciones arquetípicas de
Visión
psicoanalítica de Jung
Carl Gustav Jung; afirmó que existía un inconsciente colectivo
además de un inconsciente personal. En efecto, observando que a lo largo de los
siglos había imágenes mitológicas que se repetían con ligeras variaciones en
distintas culturas, Jung planteó que aquel fenómeno respondía a la presencia de
arquetipos en el inconsciente colectivo, entendiéndose dichos arquetipos como
complejos psíquicos que expresan tendencias innatas, maneras de responder a la
realidad y de organizar la vida psíquica interna, y que producen, en su
existencia como elementos dinámicos en la vida simbólica de las sociedades,
diversos patrones de formación de símbolos; los cuales, al tener su causa en
una realidad psíquica y por tanto transhistórica (independiente de las
condiciones históricas), se repiten en diversas épocas y culturas, tendiendo a
originar mitos e imágenes simbólicas con marcadas similitudes. En este marco,
los demonios y sobre todo el Demonio (Ahrimán entre los persas, Satanás entre
los cristianos, Mara entre los budistas, etcétera), aparecen como imágenes
arquetípicas que expresan, simbolizan y canalizan la dimensión oscura de la
psique colectiva, ya que son manifestaciones del arquetipo de la Sombra , que en el plano de
la vida social remite a nuestros miedos más primitivos (miedo arcaico a la
oscuridad, por ejemplo) y a todo lo que, por ser percibido como amenazante para
la armonía y el orden inherentes al carácter civilizado que las sociedades
buscan preservar y fomentar a fin de subsistir, es tachado de malo, de
incorrecto, de tabú: cosas que remiten a nuestro lado instintivo y salvaje, y
que entre sus ejemplos se cuentan el canibalismo, el robo, el asesinato, el
incesto, el parricidio, la sexualidad desenfrenada, la violencia extrema,
etcétera…
De este modo, tenemos que, la historia
del Mal, es la propia historia del hombre en la Tierra. El Mal aparece
así, en el lenguaje de los mitos, como anterior al hombre, aunque introducido
en el mundo por su propia libertad. De allí que la Demonología sea
también una Antropología en el sentido de que, desde los albores de la
civilización, han aparecido divinidades oscuras y seres maléficos, a manera de
proyecciones, en el plano mítico, de la naturaleza humana en lo que ella posee
de sombrío, de negativo, de amenazante y destructor.
negación-en-la-sombra
El gran problema de todo esto, es que la Sombra no solo existe a
nivel colectivo sino individual, personal, y representa todo aquello que
consideramos negativo en nosotros, todo aquello que rechazamos, y que
usualmente negamos o reprimimos. Lógicamente, la Sombra Individual
está en gran medida determinada por la Sombra Colectiva
de la sociedad en que vivimos, pues nuestro entorno cultural nos infunde
valores y códigos morales, ideas sobre lo que es bueno y lo que es malo. Claro
está que, el grado de semejanza entre la Sombra Individual
y la Sombra Colectiva ,
varía dependiendo del individuo, pues allí intervienen variables como la
inteligencia, la personalidad, el caudal de conocimientos, etcétera. Metiendo a
los demonios y al Diablo en el asunto, estos aparecen como imágenes
arquetípicas de la
Sombra Colectiva , y el individuo, en la medida en que los
perciba como seres reales, podrá usarlos como chivos expiatorios para escapar
de la aceptación de su Sombra Individual, ejemplo que se ve muy bien en esos
evangelistas actuales (un fenómeno de América, básicamente) que andan viendo al
Diablo y a los demonios detrás de casi todo pecado que cometen ellos y los
demás.
satan-humanoEl inconveniente con todo esto es que el arquetipo de
Finalmente, lo expuesto nos muestra la
irónica situación de que el propio hombre, en su afán por negar y expulsar una
parte de sí mismo, construye maléficas quimeras que sostiene con tanta fe que, en
el plano de su vida interior y a veces a nivel de sus acciones, acaban teniendo
casi tanto poder como si fuesen reales. Reflexionando sobre esta desconcertante
verdad, el Dr. Vicente Rubino, Presidente Honorario de la Asociación Junguiana
Argentina, escribió en el Despertar de la Sombra las siguientes palabras: ‹‹Luego de siglos
y siglos, el hombre ve emerger ante sí la horrorosa figura del Maligno, que él
mismo ha proyectado en su evolución, y cuya génesis humana, por ser
inconsciente, permanece desconocida: en el Maligno vuelve a encontrar todo lo
que no quisiera ser. El hombre ha convertido en una realidad objetiva lo que ha
sido, originariamente, una proyección de su propia Sombra arquetípica. El
espíritu del Mal, esencializado y personificado, se convierte en una entidad
metafísica anterior a las luchas internas del hombre, que es realmente quien la
ha creado.
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Les deseo una buenas lunas
L.C.D
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