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martes, 20 de diciembre de 2016

Demonología ¿Qué son los demonios? LCD


¿Qué son los demonios?


Demonología: ¿Qué es un demonio?

Cuando nos preguntamos qué son los demonios, lo primero que pensamos es que son ángeles caídos; sin embargo, otros han respondido de forma diferente: espíritus desencarnados de gente malvada; símbolos de nuestro lado oscuro; entidades siniestras creadas por nuestras mentes; personificaciones de fuerzas misteriosas; veamos en resumen que es un demonio
Demonio es una palabra que proviene del griego daimon, que significa algo así como 'genio' o 'espíritu' “oculto” “destino “no personificadoEste genio o espíritu también puede ser entendido como una fuerza o entidad que sirve de intercesor entre la humanidad y las divinidades.
En religión, ocultismo y folclore, un demonio, es un ser sobrenatural descrito como algo que no es humano y que usualmente resulta malévolo. Sin embargo, la palabra griega original es neutral y no contiene una connotación necesariamente negativa en sus inicios para los antiguos griegos. Esto sucedió por la aplicación de la koiné (en el helenístico y en el Nuevo Testamento en griego) del término daimonion y más tarde se atribuyó ese sentido maléfico a cualquier palabra afín que compartiera la raíz, cuando originalmente fue previsto para denotar simplemente a un "espíritu" o un "ser espiritual". También se dice que puede referirse a personas con un conocimiento elevado como los filósofos.
En las religiones del oriente cercano, así como en las derivadas de las tradiciones Abrahámicas, incluyendo la demonología medieval cristiana, un demonio es considerado un "espíritu impuro", el cual puede causar una posesión demoníaca y puede ser expulsado por el ritual del exorcismo. En el ocultismo de Occidente y la magia renacentista, una mezcla de magia greco-romana, demonología judía y tradición cristiana, un demonio es una entidad espiritual que puede ser conjurada y controlada. En la literatura muchos de los demonios fueron ángeles caídos.
Como con frecuencia se representa como una fuerza que puede ser conjurada y controlada, se pueden encontrar referencias a "buenos demonios" en Hesíodo y Shakespeare.
La existencia de demonios es un concepto importante en muchas religiones modernas y tradiciones ocultistas. En algunas culturas actuales, los demonios son aún temidos por la superstición popular, debido en gran parte a los mencionados poderes de posesión demoníaca en criaturas vivas.
En la tradición ocultista contemporánea occidental, un demonio es utilizado como una metáfora para denominar a ciertos procesos psicológicos internos "demonios internos", aunque algunos consideran que pueden también ser tomados como un fenómeno objetivamente real.
Algunos estudiosos ​ creen que gran parte de la demonología del judaísmo, además de ser una influencia importante en el cristianismo y el islam, se originó de una tardía forma de zoroastrismo, y fue transferido al judaísmo durante la era persa.
Según la mitología griega, los demonios eran seres humanos utilizados por los dioses griegos para llevar las malas noticias al pueblo. De ahí viene la asociación de «mensajeros del mal». Los demonios eran intercesores entre los dioses y la humanidad.
Los filósofos griegos de las corrientes socráticas (tales como Platón, discípulo de Sócrates) mencionaban que los demonios eran seres encargados de otorgar el saber y guiar al humano, tal y como lo menciona Platón en La apología de Sócrates, señalándolo como «el hombre que siempre tuvo un dæmon a su lado.
Los demonios, genios o espíritus, al contrario de la creencia popular, pueden ser buenos o malos. En el ámbito de las creencias espirituales, se cree que los demonios, en tanto fuerza no personalizada, actúan a través de las personas bajo la forma de la posesión, y, por lo tanto, pueden impulsarles tanto a la creación como a la destrucción, tanto al bien como al mal. Ahora bien, en ambos casos, el "demonio" debe ser liberado para que la persona poseída pueda volver a hacer uso de su voluntad y libertad.
Este tipo de fuerzas debe distinguirse del concepto de diablo. La palabra diablo alude siempre a aquel o aquello que divide, que separa o que calumnia. Muchas veces se le personifica a través de las figuras de Satanás Lucifer, 'adversario' de Dios y del hombre. En cambio, un demonio, genio o espíritu no tiene entidad propia, planes ni voluntad. Por lo tanto, no constituye un personaje.

El catolicismo nos dice que los demonios son seres espirituales de naturaleza angelical, condenados eternamente a las llamas del infierno. No tienen cuerpo, no existe en su ser ningún tipo de materia sutil, ni nada semejante a la materia. Sino que se trata de una existencia de carácter íntegramente espiritual.
Muchas veces damos por sentada la existencia de los demonios como ángeles caídos, si nos cuestionamos sobre esta creencia desde una actitud de duda abierta a la posibilidad de realidades sobrenaturales, nos tendremos que preguntar ¿qué son los demonios?, cual es la realidad detrás de la creencia en estos seres.
Para responder a esa pregunta, se ha definido primeramente qué es el Diablo, éste y sus seguidores están esencialmente vinculados, y así la definición del primero puede condicionar o determinar la definición de los segundos.
 cabe una breve explicación, recordemos que la palabra demonio deriva de la palabra griega Daemon. Recordando que los daemones eran intercesores entre los dioses y la humanidad.
En resumen. En un momento se dividió la palabra daemon entre ángeles y demonios, en los primeros siglos del cristianismo, los llamados padres de la iglesia en sus escritos comenzaron a formar lo que hoy en día conocemos como teología, la base filosófica de la creencia cristiana, que sería una fusión de la cultura, y la mitología griega y latina y de la historia y cultura judaica. Fue así que los padres de la iglesia para desacreditar las creencia espiritual y religiosas antiguas llamadas creencia paganas, dividieron a los daimones entre, ángeles y demonios. Intentando convertir así a todos los dioses paganos en supersticiones y a los daimones en demonios.
El cristianismo heredó la demonología judía, pero no la concepción demonológica del “judaísmo clásico” sino concepciones muy difundidas en el judaísmo anterior. La demonología cristiana será muy distinta de la del judaísmo; y, la demonología que tomará de aquel, concibe a los demonios como ángeles caídos, ángeles condenados que desobedecieron a Dios y por eso se convirtieron en demonios, por desobediencia.La traducción de la Biblia al griego, que sería la versión más utilizada por los judíos de la diáspora, había traducido “Satán” como diábolos (de donde viene la palabra “diablo”), pero esta palabra tiene una connotación más negativa que “Satán” en hebreo,  al sentido de adversario y acusador, le añadía un sentido de calumniador, falseador y mentiroso, ausente en el original hebreo. Junto a este giro, hubo otros como el de San Jerónimo, que en su Vulgata (su traducción de la Biblia) introdujo “Lucifer” como nombre propio en un pasaje del Libro de Isaías.

Resulta entonces claro cómo las traducciones juegan un rol importante a la hora de sustentar planteamientos teológicos


Hay indicios de que la mitología hebrea popular atribuye a los demonios de una cierta independencia, un carácter malvado propio, porque se cree que vienen no de la morada celestial de Dios, sino del mundo inferior.
Los demonios hebreos eran los hacedores de daño. A ellos se atribuyen las diversas enfermedades, sobre todo, como afectan el cerebro y las partes internas. Estos demonios se supone que entran en el cuerpo y provocan la enfermedad, mientras abruman o se "apoderan" de la víctima (como si "incautaran" el cuerpo). Para curar dichas enfermedades era necesario sacar los demonios por ciertos encantamientos y rituales con talismanes, en los que sobresalían los esenios
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El catolicismo nos dice que los demonios son seres espirituales de naturaleza angelical, condenados eternamente a las llamas del infierno. No tienen cuerpo, no existe en su ser ningún tipo de materia sutil, ni nada semejante a la materia. Sino que se trata de una existencia de carácter íntegramente espiritual.

Muchas veces damos por sentada la existencia de los demonios como ángeles caídos, si nos cuestionamos sobre esta creencia desde una actitud de duda abierta a la posibilidad de realidades sobrenaturales, nos tendremos que preguntar ¿qué son los demonios?, cual es la realidad detrás de la creencia en estos seres.

Para responder a esa pregunta, se ha definido primeramente qué es el Diablo,  éste y sus seguidores están esencialmente vinculados, y así la definición del primero puede condicionar o determinar la definición de los segundos. Conozcamos ahora algunas de las principales teorías que se han dado al respecto, incluyendo tanto las más convencidas de la realidad demoníaca tal y como la concebimos, como las más escépticas, ya sea de la Religión, de la Psicología, del Ocultismo o de otro ámbito.






 

Sigmund Freud y el diablo



 

La historia del Diablo coincide con la historia del miedo y angustias propias de los psiquismos personales. La creencia en el Diablo representa en gran parte la exteriorización de dos series de deseos removidos derivados del complejo infantil de Edipo, el deseo de imitar algunos aspectos de la figura paterna y el deseo de desafiar al padre. En tal creencia se implica, por consiguiente, la emulación y la hostilidad, como componentes ambiguos de la relación con el padre. Se da aquí una identidad originaria de Dios y del Diablo, como dos aspectos de la misma realidad místicamente advertida en sus contradicciones opositoras, que se pueden estudiar en diversos contextos etno-histórico-religiosos. El diablo refleja cuatro experiencias psíquicas diversas: el padre por el cual se siente admiración, y de cuya potencia sexual el niño siente envidia (he aquí, por tanto, la fuerza sexualizada y libídica del demonio); el padre contra el que se siente una decidida hostilidad y que es, él mismo, hostil al hijo (de aquí la figura diabólica del pene y portadora de destrucciones); el hijo que emula al padre, que copia deliberadamente a Dios (el diablo, simia Dei; el simio o bufón de Dios); el hijo que desafía al padre, el gran rebelde que se vuelve contra Dios y que es arrojado del cielo. 

"Sabemos, ante todo, que Dios es un sustituto del padre, o, más precisamente un padre que ha sido ensalzado... En cuanto al demonio malvado, sabemos que es considerado la antítesis de Dios, aunque siendo, por su naturaleza, muy afín a Dios... No hace falta una gran perspicacia analítica para argüir que Dios y el diablo fueron originariamente idénticos; una única figura que, a continuación, fue escindida en dos figuras dotadas de atributos opuestos... Y este es un ejemplo del bien conocido proceso por el que una representación, que tiene un contenido contradictorio (ambivalente) se descompone en dos términos opuestos en neto contraste entre ellos. De cualquier modo, las contradicciones específicas concernientes a la naturaleza originaria de Dios reflejan la ambivalencia que caracteriza la relación de cada uno con el propio padre personal. 

Si el Dios justo y misericordioso es un sustituto del padre, no hay por qué asombrarse de que también la actitud hostil ante el padre, por lo cual el hijo lo odia, lo teme y se queja de él, haya encontrado expresión en la creación de Satanás".


 Freud elaboró un psicoanálisis aplicado del diablo. Punto por punto, Luisa de Urtubey lo ha reconstruido. Ha descubierto que se estructura en torno a dos temas interpretativos coexistentes y de igual importancia. Según el primero, el diablo es una representación, en primer lugar, del inconsciente, después de las pulsiones libidinales reprimidas y finalmente de la pulsión de muerte. Según el segundo, el diablo es el representante del padre malo, por seductor. Analizando más profundamente estos dos temas, Luisa de Urtubey sugiere que el diablo pulsional representa para Freud, en cada momento de su pensamiento, lo que es más inconciliable con el yo y lo menos mediatizado por el proceso secundario. Tras el diablo mal padre seductor, se ocultan la pareja combinada angustiante y el mal objeto excitante interiorizado. Frente a ese diablo padre, se constituyen tipos de compromiso, que expresan tres grados de relación: seducción, posesión y pacto. Freud aparece, a veces, seducido por el diablo, acercando la creencia en el análisis a la creencia en el Maligno y adjudicándose el papel de bruja. En otros momentos, rechaza todo nexo con lo diabólico y la posesión. Así sucede en una neurosis demoníaca en el siglo diecisiete, texto largamente estudiado aquí y que Luisa de Urtubey considera, a la vez, como el estudio clínico menos logrado que Freud haya escrito y como la creación más importante que Freud nos haya dejado sobre el diablo como representante del padre. Luisa de Urtubey ejerce como psicoanalista, es miembro de la Sociedad psicoanalítica de París y Doctora en Psicopatología clínica y Psicoanálisis.


Biblia Satánica de LaVey



Citemos ahora a la Biblia Satánica de LaVey para que se entienda mejor lo dicho: ‹‹La mayorÌa de Satanistas no aceptan a Satán como un ser antropomorfo con pezuñas hendidas, cuernos y cola terminada en punta. Simplemente representa una fuerza de la naturaleza: los poderes de la oscuridad, que se les llama así porque ninguna religión ha sacado esos poderes de la oscuridad. Ni la ciencia ha sido capaz de dar un término técnico a esta fuerza. Es una reserva sin explotar, que muy pocas personas pueden utilizar, ya que carecen de la capacidad para utilizar una herramienta sin analizar e identificar previamente todos los mecanismos que la hacen funcionar. Es esta necesidad constante de analizar, lo que impide que la mayoría de la gente logre beneficiarse de esa polifacética llave a lo desconocido, a la cual el satanista prefiere llamar “Satán”.››






Michael W. Ford


Michel-w-Ford, uno de los principales expositores del luciferianismo contemporáneo, tiene una concepción de los demonios muy parecida a la de Anton LaVey, aunque con cierto toque jungiano (de Carl Gustav Jung) y un enfoque práctico que hace pensar en la Magia del Caos por la cuestión de las entidades creadas como algo capaz de engendrar o ayudar a engendrar hechos concretos en el “mundo real”.

Así, su teoría de la magia ritual postula que los “dioses”, “espíritus” y “demonios” son creaciones arquetípicas de la Humanidad, que subsisten como “seres” mediante tipos de energía que son alimentados por nuestro subconsciente. En este marco, el luciferino encuentra que, los distintos seres míticos y religiosos que personifican lo demoníaco, funcionan como “máscaras deificas” de poderes y fenómenos que existen en la Naturaleza y en la mente, y que se pueden activar y emplear a través de una serie de prácticas cuyo principio rector es lograr que el practicante se identifique (en una forma que implica una cierta auto deificación) con ellos a través de los seres simbólicos que los representan. Por ello, hablando del arquetipo del Adversario, Michael W. Ford dijo lo siguiente en una entrevista: ‹‹El Adversario es una manifestación transcultural que a lo largo de toda la historia de la Humanidad representa el arquetipo oscuro o motivador dentro de cada hombre y mujer. El Adversario no es específicamente Lucifer. Lucifer es un título, un título romano que significa “portador de la antorcha” y es relacionado a un dios, pero aquello no abarca realmente el Sendero Luciferino. Tienes a Ahrimán, a Set.




Visión psicoanalítica de Jung




Carl Gustav Jung;  afirmó que existía un inconsciente colectivo además de un inconsciente personal. En efecto, observando que a lo largo de los siglos había imágenes mitológicas que se repetían con ligeras variaciones en distintas culturas, Jung planteó que aquel fenómeno respondía a la presencia de arquetipos en el inconsciente colectivo, entendiéndose dichos arquetipos como complejos psíquicos que expresan tendencias innatas, maneras de responder a la realidad y de organizar la vida psíquica interna, y que producen, en su existencia como elementos dinámicos en la vida simbólica de las sociedades, diversos patrones de formación de símbolos; los cuales, al tener su causa en una realidad psíquica y por tanto transhistórica (independiente de las condiciones históricas), se repiten en diversas épocas y culturas, tendiendo a originar mitos e imágenes simbólicas con marcadas similitudes. En este marco, los demonios y sobre todo el Demonio (Ahrimán entre los persas, Satanás entre los cristianos, Mara entre los budistas, etcétera), aparecen como imágenes arquetípicas que expresan, simbolizan y canalizan la dimensión oscura de la psique colectiva, ya que son manifestaciones del arquetipo de la Sombra, que en el plano de la vida social remite a nuestros miedos más primitivos (miedo arcaico a la oscuridad, por ejemplo) y a todo lo que, por ser percibido como amenazante para la armonía y el orden inherentes al carácter civilizado que las sociedades buscan preservar y fomentar a fin de subsistir, es tachado de malo, de incorrecto, de tabú: cosas que remiten a nuestro lado instintivo y salvaje, y que entre sus ejemplos se cuentan el canibalismo, el robo, el asesinato, el incesto, el parricidio, la sexualidad desenfrenada, la violencia extrema, etcétera…
De este modo, tenemos que, la historia del Mal, es la propia historia del hombre en la Tierra. El Mal aparece así, en el lenguaje de los mitos, como anterior al hombre, aunque introducido en el mundo por su propia libertad. De allí que la Demonología sea también una Antropología en el sentido de que, desde los albores de la civilización, han aparecido divinidades oscuras y seres maléficos, a manera de proyecciones, en el plano mítico, de la naturaleza humana en lo que ella posee de sombrío, de negativo, de amenazante y destructor.


negación-en-la-sombra


El gran problema de todo esto, es que la Sombra no solo existe a nivel colectivo sino individual, personal, y representa todo aquello que consideramos negativo en nosotros, todo aquello que rechazamos, y que usualmente negamos o reprimimos. Lógicamente, la Sombra Individual está en gran medida determinada por la Sombra Colectiva de la sociedad en que vivimos, pues nuestro entorno cultural nos infunde valores y códigos morales, ideas sobre lo que es bueno y lo que es malo. Claro está que, el grado de semejanza entre la Sombra Individual y la Sombra Colectiva, varía dependiendo del individuo, pues allí intervienen variables como la inteligencia, la personalidad, el caudal de conocimientos, etcétera. Metiendo a los demonios y al Diablo en el asunto, estos aparecen como imágenes arquetípicas de la Sombra Colectiva, y el individuo, en la medida en que los perciba como seres reales, podrá usarlos como chivos expiatorios para escapar de la aceptación de su Sombra Individual, ejemplo que se ve muy bien en esos evangelistas actuales (un fenómeno de América, básicamente) que andan viendo al Diablo y a los demonios detrás de casi todo pecado que cometen ellos y los demás.

satan-humanoEl inconveniente con todo esto es que el arquetipo de La Sombra, por mediación de una imagen arquetípica que le corresponda, puede terminar poseyendo al sujeto; y éste, que inicialmente lo usó como chivo expiatorio, como elemento para inconscientemente exorcizar una parte de sí mismo, puede terminar sucumbiendo ante aquello que rechaza y reprime, lo cual encuentra su más perfecto ejemplo en el fenómeno de la posesión demoníaca entendido desde una óptica escéptica de vertiente psicoanalítica-jungiana. Advierte por eso el mismo Carl Gustav Jung: ‹‹Sabemos que un arquetipo puede irrumpir con fuerza demoledora en una vida humana individual y en la vida de una nación. En la misma medida que la influencia del inconsciente colectivo aumenta, la mente consciente pierde su poder de liderazgo. Imperceptiblemente se convierte en el dirigido, mientras que un proceso inconsciente e impersonal va tomando el control. Así, sin notarlo, la personalidad consciente es zarandeada como una figura en un tablero de ajedrez por un jugador invisible. Este es el jugador que decide el juego del destino, no la mente consciente y sus planes. Las potencialidades del arquetipo, para el bien y el mal por igual, trascienden nuestras capacidades humanas muchas veces, la identificación con una figura arquetípica presta fuerza casi sobrehumana al hombre común y corriente.››.
Finalmente, lo expuesto nos muestra la irónica situación de que el propio hombre, en su afán por negar y expulsar una parte de sí mismo, construye maléficas quimeras que sostiene con tanta fe que, en el plano de su vida interior y a veces a nivel de sus acciones, acaban teniendo casi tanto poder como si fuesen reales. Reflexionando sobre esta desconcertante verdad, el Dr. Vicente Rubino, Presidente Honorario de la Asociación Junguiana Argentina, escribió en el Despertar de la Sombra las siguientes palabras: ‹‹Luego de siglos y siglos, el hombre ve emerger ante sí la horrorosa figura del Maligno, que él mismo ha proyectado en su evolución, y cuya génesis humana, por ser inconsciente, permanece desconocida: en el Maligno vuelve a encontrar todo lo que no quisiera ser. El hombre ha convertido en una realidad objetiva lo que ha sido, originariamente, una proyección de su propia Sombra arquetípica. El espíritu del Mal, esencializado y personificado, se convierte en una entidad metafísica anterior a las luchas internas del hombre, que es realmente quien la ha creado.







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Les deseo una buenas lunas
L.C.D






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