Ser mujer en la época victoriana era toda una desgracia,
cuando vemos fotografías y pinturas de la época las mujeres se ven hermosas
tanto en su apariencia como vestimenta, pero el sufrimiento por verse de tal
manera era realmente estremecedor.
La época Victoriana o periodo Victoriano, es la expresión
que comúnmente se usa para referirse al extenso reinado
de Victoria que fue desde el 20 de junio de 1837, hasta el
22 de enero de 1901. La reina Victoria, era una mujer estricta que
exigía a los demás la misma rigidez y dignidad con la que ella vivía. Expulsó
de la corte a una dama por creer que estaba embarazada cuando en realidad
tenía cáncer de hígado, nunca perdonó a su hijo mayor por tener
relaciones con señoras de vida alegre, y guardó luto por su marido
cuarenta años. Permaneció 64 años en el trono, tuvo el reinado más
largo en la historia de los monarcas británicos, superado más tarde, por el de
su tataranieta, Isabel II, coronada en 1953. La reina Victoria murió en
1901 y su sucesor fue su hijo, Eduardo VII. La época posterior se conoce como era
eduardiana o belle época; y eso que el reinado de Eduardo duró solo
diez años.
La muerte de la reina Victoria marcó el comienzo de unos años más libertinos y divertidos para toda la población, después de décadas de rigidez y un puritanismo de lo más ridículo. Sabemos que en esta época hubo grandes avances tecnológicos y con esos avances llegaron también nuevas tendencias y productos de belleza para las mujeres, algunos de ellos demasiados tóxicos, peligrosos para la salud. Y todo para estar más atractiva a los ojos de los demás y conseguir marido.
¿Cuántas veces no hemos escuchado aquella frase que
asegura que "la belleza cuesta"? En realidad, lo que cuesta no es la
belleza, pues esta podemos encontrarla de manera natural en cada una de
nosotras. Lo que cuesta en realidad, es nuestro esfuerzo por encajar en
estereotipos creados por nuestra sociedad basados en ideas erróneas sobre lo
que significa la femineidad. Es por esto que, a lo largo de la historia se han
creado artefactos que, dejando a un lado lo práctico y en muchos casos, la
salud, buscan moldear a la mujer para conseguir el punto estético que se
considera atractivo en el cuerpo femenino.
El ideal de belleza de la mujer victoriana era el de una
dama frágil, delicada, etérea, lánguida, sin vida, de piel clara y perfecta,
pero con mejillas rosadas como rosas y cabello largo siempre recogido. Durante
la época victoriana se forjó la Revolución Industrial, lo que provocó la
fabricación masiva de diferentes productos, entre ellos, de belleza. Las
farmacias hicieron que estos productos fueran asequibles a casi todas las
mujeres, independientemente de su poder económico. Algunas marcas que siguen
existiendo actualmente comenzaron en la época victoriana.
La sociedad de la época es una de las más retorcidas de
la historia: fría, cerrada, obsesionada por las apariencias y muy hipócrita y
con doble moral. Las mujeres de la época victoriana tenían mucha presión
encima, debían verse siempre perfectas, en todo. Necesitaban conseguir un buen
partido con rapidez, al mismo tiempo que debían mantener una reputación
intachable, debían ser realmente puritanas. La belleza era un arma muy
importante para conseguir todo en aquella época. Algunos de los productos utilizados
contenían componentes peligrosos para la salud que podían incluso llevar a la
muerte. El carbono de amonio y polvo de carbón eran productos
químicos que no podían faltar en la extraña rutina de belleza victoriana.
Las mujeres siguen fielmente los consejos un libro
terrible, hoy conocido como el libro de la muerte, The Ugly Girl Papers, En la
Inglaterra de 1870, hubo un libro que causó furor al convertirse en una guía
llena de consejos para enseñar a las jovencitas de aquellos días en cómo convertirse
en la estrella de los bailes. Como es sabido, una de las metas máximas a la que
las debutantes aspiraban era la de encontrar un buen partido y casarse. Es
así como ese libro, The Ugly Girl Papers de Harpers Bazar, se
transformó en una herramienta útil para pasar de ser el patito feo a un
encantador cisne.
El manual vaticinaba que cualquiera podía ligar a alguien
en altar y seguía la siguiente filosofía: “No importa si eres feo lo único que
necesitas son productos para arreglarte”. Fue tal el poder de convencimiento
de The Ugly Girl Papers, que muchas mujeres se sometieron a un sinfín de
tratamientos como purgas de sangre (desangramientos), ajustados corsés,
mascarillas hechas a base de arsénico y plomo o moldeadores de nariz que
apretaban el cartílago hasta hacer suave al tacto de los dedos. Fue de esta
forma que el manuscrito fue llamado el libro de la belleza
victoriana con métodos para ser guapo que se desglosarán más adelante.
En el libro se narran una serie de recetas y costumbres
perturbadoras e interesantes a la par, unas tradiciones dedicadas a la belleza
que desafiaban la lógica de cualquier persona que se preocupe más por su salud
que por lucir bien para el mundo. Por ejemplo, uno de los símbolos que no sólo
indicaba estatus sino también representaba el ideal de belleza era la piel
blanca. Para lograr este cometido, se aconsejaba al lector sólo comer lo
necesario para mantener el cuerpo con la energía mínima y a su vez pedían
agregar a la dieta una mezcla de carbono de amonio y polvo de carbón.
Amor por el Arsénico
La piel blanca era necesaria para encontrar marido,
sí o sí. La palidez se asociaba con las clases acomodadas, y las mujeres que no
eran ricas tenían que aparentar serlo para subir su cotización en el
mercado del matrimonio. Si piel no era de una palidez casi espectral eran
consideradas de clase baja, las mujeres usaban sombrillas para que el sol no
les cambiara su tono de piel. Los victorianos llegaron a romantizar la epidemia
de tuberculosis y sus efectos en la apariencia de las damas; lánguidas, débiles
y con una apariencia cadavérica, sin color en la piel, eso era para ellos
belleza y las mujeres sanas” hacían grandes esfuerzos para alcanzar esta
apariencia sombría y melancólica. Una piel pálida y sumamente traslucida eran
símbolos tanto de clase como de belleza, la lógica era que las mujeres ricas y
privilegiadas no necesitaban trabajar fuera de sus casas. Los anuncios de
obleas de arsénico, cremas y jabones para el rostro se comprometían y afirmaban
que podían transformar la piel a una más pálida, más radiante y saludable;
remover espinillas, limpiar la cara de pecas y de las manchas solares, así como
dar a la tez un brillo indescriptible, haciendo que cada dama tuviera una
apariencia encantadora.
Los efectos secundarios del arsénico sobre la
piel, eran daño al sistema nervioso, insuficiencia renal, pérdida del cabello,
conjuntivitis y lesiones cutáneas. La mayoría de las mujeres de la época se
aplicaban arsénico directamente en el rostro para blanquearlo, a modo de
crema. Las mujeres ricas incluso iban más lejos y lo bebían en pequeñas
dosis, creyendo que ingerido eran mucho más efectivo. Todas enloquecían por el
arsénico, le atribuían propiedades que como se demostró años después, eran
inexistentes. Incluso lo utilizaban para lavarse el pelo. Algunos de los
productos utilizados por las damas victorianas contenían mercurio, como el que
se daban para blanquear la piel, o se daban baños de azufre para tratar todas
las afecciones de la epidermis. También cubrían la cara con pequeñas cantidades
de hojas de opio y lechuga por la noche y lavar la cara con amoníaco por las
mañanas, garantizaba una tez blanca como la nieve. También utilizaban algunos
‘remedios’ peligrosos para depilarse, lo que les provocaba úlceras y llagas en
la piel.
Cosméticos de
mercurio y plomo
El maquillaje excesivo se le atribuía a
la prostitución, así que las féminas victorianas trataban de verse lo más
naturales posible para evitar falsas suposiciones. No por eso descartaban
completamente usar cosméticos.
Existían pinturas de ojos en crema, con tonos naturales,
que servían apenas para destacar la mirada.
como muchos tratamientos de belleza de la era victoriana, estaban hechos
con productos químicos mortales que el cuerpo iba ingiriendo poco a poco,
hasta llevarlas a coquetear con la muerte, estos productos eran entre otros, el
mercurio y el plomo, que envenenan el cuerpo y causan demencia.
The Ugly Girl Papers sugirió una serie de técnicas
descabelladas: una de ellas era usar una pasta de cenizas de
madera para eliminarlo -nada raro aquí-. Otra alternativa menos inocente,
pero que ofrecía aclarar y depilar al mismo tiempo, era usar cloruro de
cal, un producto que se emplea para blanquear el algodón. Por lo menos
advirtieron que si el químico se dejaba por mucho tiempo, podía devorar la
piel.
El cabello extra
Largo
el cabello extremadamente largo fue considerado como un
símbolo de feminidad. Era uno de los bienes más preciados para una mujer.
En aquellos tiempos el pelo de una mujer era considerado una parte fundamental de
su aspecto. Las mujeres lo rizaban, ataban con lazos o recogían en
peinados elaborados, adornados con joyas, plumas y los adornos más diversos.
Sin embargo, sí existía una generalidad del cabello: no se cortaba al menos que
fuera absolutamente necesario.
En el caso de mujeres casadas, el pelo debía ser cubierto
e ir recogido hacia arriba. Un pelo desarreglado y desprolijo era señal de una
mujer pecaminosa. Por este motivo, para un hombre victoriano, las fotografías
de mujeres con pelo largo y suelto eran particularmente excitantes, donde
exhibían lo que se consideraba la expresión primaria de su feminidad.
Rizos flameantes
Los rizadores de cabellos no son un avance de
la era moderna, en realidad han existido desde la primera década del siglo XIX,
con el auge de las cabelleras rizadas. Pero tales artilugios eran radicalmente
diferentes unas cuantas primaveras atrás.
La versión victoriana de las pinzas rizadoras consistía
en un cubo de metal que se calentaba directamente en el fuego. Como el
rudimentario utensilio no contaba con un regulador de calor, si el rizador se
colocaba en el cabello con demasiada rapidez, la melena se rostizaba. De
ahí que la calvicie fuera un mal común en la época victoriana.
ante la amenaza de estos productos perjudiciales, algunas
voces expertas como Lola Montez recomendaban a las mujeres ser sus propias
fabricantes, “no ya por una cuestión económica, sino de seguridad”. Así
empezaron a publicarse libros que en realidad eran recetarios donde se
explicaba la elaboración de los tratamientos más eficaces como si fuesen una
delicia culinaria. Para preparar sus lociones y pomadas, las mujeres solo
tenían que acudir a la botica o a su propio jardín. Entre los ingredientes más
comunes se incluía el agua de rosas, el aceite de almendras, huevos, ron,
brandy blanco, cera blanca
La apariencia débil y los ojos cansados era muy habitual,
debido a muchos factores y para combatirla, se aconsejaba a las mujeres que se
sentaran al aire fresco un rato todos los días y que durmieran al menos siete
horas por noche. Unos ojos bien abiertos, despiertos y brillantes eran un
atributo muy cotizado por ende todas querían lucir una mirada
atrayente. Para conseguir unos ojos hermosos y brillantes, algunas damas
victorianas, exprimían unas cuantas gotas de jugo de naranja o perfume y se lo
aplicaban a modo de gotas sobre los ojos, Otras mujeres utilizaban belladonna
como colirio casero para dilatar las pupilas. Con los años se demostró que
ese truco causaba ceguera a largo plazo. Usaban también una pomada de mercurio
sobre el párpado para los ojos hinchados, o depilarse con preparados cáusticos
de arsénico, lima y potasio que a menudo, provocaban úlceras y
llagas.
El Arte de la Belleza», de lola montes, un libro con
recomendaciones de belleza, Este manual fue escrito por una mujer
fascinante. Puede también considerarse como uno de los primeros libros escritos
sobre cuidados belleza para la mujer. Su primera publicación se dio en el año
1858, en el idioma inglés, años más tarde se tradujo a varios idiomas; El libro
consta de varios capítulos en los que aconseja a las mujeres como cuidar del
cabello, de las manos, y de otras partes del cuerpo más privadas, tales como
los senos. Además, tiene un anexo en el cual agrega pequeños tips para
aconsejar a los hombres como conquistar a las mujeres. Un texto que evidentemente
fue muy innovador para su época.
No había regulación para los anuncios, que muchas veces prometían maravillas con productos fabricados con plomo o azufre y otros ingredientes del estilo.
Los anuncios estaban colocados en revistas para mujeres
como The Queen, que después se convirtió en Harper’s and
Queen, que utilizaban parte de sus páginas para anunciar todo tipo de
productos. Aunque estaban más dedicados al ‘cuidado’ de la piel como eliminar
las pecas o las rojeces, puesto que el maquillaje era considerado como mentir y
las mujeres jóvenes estaban advertidas de no usar productos de colorido porque
podía dañar su moral.
Los anuncios de cosméticos prometían mejorar la belleza
natural de las damas, algunos incluso por dentro y por fuera. En el mundo de la
belleza surgieron muchos charlatanes y estafadores que acabaron en prisión
después de vender productos fraudulentos y peligrosos a decenas de mujeres. Los
vendedores anunciaban cosas tan extrañas como purificadores de sangre o
máscaras/guante para la cara, corsés para todas las edades, además de tónicos
que ayudaban a crecer al cabello.
Probablemente el caso más sonado sea el de Madame
Rachel, una mujer que a través de su tienda en Bond Street (Londres) y su
concepto “Beautiful For Ever” engañó a las damas más ricas de la ciudad: bajo
unos nombres exóticos vendía a unos precios desorbitados productos que
realmente estaban adulterados. Acabó sus días en prisión por extorsionar a sus
clientas, que se veían obligadas a pagar o empeñar sus joyas a cambio de la
discreción o el silencio de la estafadora.
La moda avanzaba de forma rápida e implacable. La
mujer que no tenía dinero para seguirla era despreciada, era también un motivo
de sufrimiento para las victorianas, sobre todo si pertenecían a un círculo
social importante. No podían repetir vestido, ni llevar prendas de
temporadas anteriores.
Los corsés.
Además, para complementar ese look “cadavérico” que la
tuberculosis ayudó a popularizar, aparecieron los estrechos corsés victorianos
que apretaban las costillas inferiores, comprimiendo algunos órganos
contra la columna vertebral, mermando el funcionamiento de los pulmones y
dificultando la respiración. También contribuyeron a la atrofia muscular.
Algunos expertos incluso han teorizado que los corsés predisponían
a las mujeres a padecer tuberculosis y neumonía.
El corsés es considerado hoy en día como una de las modas
más peligrosas del pasado, su objetivo, de hacer lucir más delgadas las
cinturas de las mujeres pasando por alto, incluso, la necesidad de respirar,
ponía en peligro la salud física de las damas que, forzadas por las normas
sociales, debían utilizarlo sin lugar a dudas. Y es que el uso del corsés, que
alcanzó su punto de más popularidad en la época victoriana, en el siglo XIX, (a
pesar de tener su origen en Francia en el siglo XVIII) en donde fue llevada a
los extremos con la creencia de que, entre más apretado fuera usado, más
respetable era la mujer, lo que por supuesto, conllevó grandes problemas
físicos a las mujeres de la época. dio origen al fenómeno del pecho jadeante de
la época victoriana, en la que a todas las mujeres "respetables" les
faltaba la respiración. las afectaciones físicas a los cuerpos de las mujeres
eran una realidad. El apretarlos de tal manera terminaba "provocando indigestión,
constipación, mareos frecuentes por dificultades al respirar e incluso
hemorragias internas", explica Strevens en su libro y continúa explicando
que incluso, se comprometía la salud de algunos órganos vitales, al tener que
cambiar su posición natural a la nueva forma ósea reducida que dejaba el uso de
los corsés. Y esto no era todo. Las mujeres que apretaban demasiado sus lazos
para lograr la llamada cintura de avispa, corrían el riesgo de morir
atravesadas por la varilla de la prenda. En 1903, una mujer de 43 años, llamada
Mary Halliday murió repentinamente sin otro síntoma aparente que el de un
ataque de convulsiones. Sin embargo, la autopsia, publicada en el New York
Times, demostró que se habían encontrado "dos pedazos de acero de corsé en
su corazón,
Aunque en muchas ocasiones queremos seguir modas que,
según la sociedad, harán que luzcamos "más hermosas" debemos tener
muy presente a veces estas podrían poner en riesgo nuestra salud, y que
finalmente, no es realmente necesario lucir "bonitas", sino cómodas y
con confianza. Esto es importante de recordar pues estas modas siguen surgiendo
hoy en día, incluso, el uso del corsés es normalizado para tratar de moldear la
figura y adelgazarla, pero algunos especialistas han expresado su preocupación
al respecto.
Para estar delgadas
Normalmente se ingerían huevos de lombriz solitaria, a menudo en píldoras. La teoría era que las lombrices llegarían a la madurez en los intestinos y absorberían la comida. Esto causaría pérdida de peso, diarrea y vómitos.
Una vez que la persona alcanzara su peso ideal entonces podría recurrir a una
pastilla anti parásitos para deshacerse de las lombrices. Aunque expulsar los
parásitos causaba a menudo fuertes dolores y complicaciones rectales y
abdominales.
Además, una lombriz puede llegar a medir hasta 9 metros,
además de provocar problemas de vista, meningitis, epilepsia y demencia. A
pesar de todo fue todo un éxito para la industria de las dietas de aquellos
años.
sin duda, uno de los mayores legados de esta época es lo
que hoy se conoce como "la doble moral victoriana": la forma de vivir
de una sociedad que puertas afuera presumía de despreciar al sexo como un acto
de placer y que impartía disciplina y moralismos repletos de prejuicios y
severas valoraciones conservadoras pero que, puertas adentro, transgredía todo
comportamiento "adecuado" y se movía dentro de un mundo sexual oculto
donde la prostitución, el adulterio, la pedofilia y la promiscuidad eran moneda
corriente.
Fue un período turbulento en el ámbito social donde los
hombres dominaban todo peso a tener una reina, todo este falso moralismo se
agravaba aún más con el desconocimiento generalizado que existía sobre el
cuerpo humano y la sexualidad. Esto precisamente, fue lo que dio lugar a que la
sociedad estuviera regida por mitos tomados como "leyes" que en su
momento predicaban la forma correcta de vivir en una sociedad
"civilizada".
Las mujeres victorianas padecieron en carne propia las limitaciones de las que la época, Obligadas a una belleza etérea y antinatural, a estrictas normas de etiqueta social, a las más variadas expresiones del maltrato doméstico y a una férrea represión sexual, las mujeres de la época vivieron en un mundo de doble moral.
¿Qué opinas de estos tratamientos de belleza de la época
victoriana?
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