Erzsébet Báthory
(1560-1614)
La condesa sangrienta
Primero vamos aclarar algo.Este cuadro que ven arriba es el retrato de Lucrezia Panchiatichi, es uno de los cuadros más conocidos del pintor Italiano Bronzino. Está realizado en óleo sobre tabla, y fue pintado en 1540, encontrándose actualmente en la Galería Uffizi, Florencia, Italia.
Agnolo di Cosimo, llamado Il Bronzino, fue un destacado retratista de la época manierista, muy influido por Pontormo. Son retratos de la nobleza, muy distinguidos y elegantes en la pose y las vestimentas. Existe cierto desdén aristocrático en la expresión de la modelo. Está sentada frente a un fondo bastante oscuro, pero en el que se entrevé una estructura arquitectónica renacentista. Existe un retrato similar de su cónyuge, Bartolomeo Panciatichi. Esta pintura es usualmente confundida en la red, con la imagen de Erzsebet Bathory.
La condesa sangrienta
En las tenebrosas tierras de Transilvania,
las leyendas de terror acerca de vampiros, se entrelazan con la horrible
existencia real de hombres y mujeres que pasaron a formar parte de la triste
historia de los asesinos en serie, una de ellas, una condesa de la alta
sociedad, conocida como “la condesa sangrienta”, ostenta un terrible récord de
asesinatos, más de 650, en una sombría búsqueda de la belleza. Es considerada como la peor depredadora que haya
tenido la historia del crimen, esta serie de crímenes motivados por su obsesión
por la juventud y la belleza, la llevaron a realizar una sala de torturas,
donde se daba largos baños de sangre, y torturaba a niñas de entre 9 y 26 años,
Erzsébet realmente tiene el récord Guinness de la mujer que más ha asesinado en la
historia de la humanidad, según algunas opiniones, los crímenes atribuidos a la
condesa pudieron ser invenciones de sus enemigos en un contexto político muy
complejo para buscar su perdición y su muerte.
Erzsébet, en español Elizabeth Báthory, nació
en Nyírbátor, Hungría, el 7 a
agosto de 1560 en el seno de una de las familias más antiguas y aristocráticas
de Transilvania. Su tío Esteban I Báthory, príncipe de Transilvania, se
convirtió en rey de Polonia a finales del siglo XVI. Erzsébet recibió una
amplia educación aunque también estuvo
en contacto desde su más tierna infancia con la alquimia y el esoterismo,
prácticas ampliamente practicadas por algunos miembros de su dinastía.
A los once años fue prometida con su primo Ferenc Nádasdy, conde (anteriormente barón), en 1575, cuando era una joven de 15 años de edad, se casó con el conde Ferecz Nádasdy, de 20 años. La pareja se trasladó a vivir al solitario castillo de Csejthe donde Erzsébet quedó prácticamente recluida. Ferecz, (Su esposo) era un soldado que pasaba largas temporadas en las constantes guerras que asolaban el país, sus prácticas crueles de empalar a sus enemigos le valieron el apodo de “El héroe negro” ". Existe un registro en el que Ferenc y Erzsébet intercambiaban información sobre las maneras más apropiadas de castigar a sus sirvientes, esto era normal entre los nobles de
Las posesiones de esta pareja de nobles
húngaros eran enormes, y se requería además un férreo control sobre la
población local, de origen húngaro, rumano y eslovaco.
Ferenc y Erzsébet apenas se veían debido a las actividades guerreras, La
existencia de la condesa se hizo tediosa y solitaria. Sin poder salir de su
castillo por orden expresa de su marido, Elizabeth empezó a intentar escaparse
por diversión, hecho que consiguió en varias ocasiones en las que vivió alguna
que otra aventura, entre ellas, una fugaz con un excéntrico joven conocido como
“el vampiro” por su extraño aspecto y vestimentas.
no fue hasta 1585, diez años después de
su matrimonio, que la condesa tuvo a su primera hija, Ana, y en los nueve años
siguientes dio también a luz a Úrsula y Catalina. Finalmente, en 1598, alumbró a su único
hijo varón, Pablo.
Tras los muros de su castillo, la condesa
se rodeó de extraños sirvientes con los que practicó experimentos, brujerias relacionados
con la alquimia. Entre ellos, una bruja llamada Dorkó y su antigua nodriza, Jó
Ilona, quien empezó a aconsejar a su señora el uso de la sangre para evitar los
efectos del paso del tiempo. En aquel tiempo, Erzsébet ya empezó a torturar a
sus sirvientas con los más retorcidos métodos como cubrirlas de miel y dejarlas
en medio de un jardín para deleite de los insectos o dejarlas en el frío
invierno fuera mientras las congelaba con gélidos cubos de agua hasta
convertirlas en auténticas estatuas de hielo. En sus castillos transilvanos de
Csejthe y Varannó, Báthory tuvo todo el tiempo y la soledad del mundo para
desarrollar sus aficiones hasta un grado de sadismo escalofriante.
A pesar de que la maternidad la alejó de
sus extrañas actividades, una obsesión rondaba su cabeza desde hacía tiempo. El
inefable paso del tiempo, el envejecimiento de su cuerpo, empezaban a preocupar
a Elizabeth de un modo que terminaría convirtiéndose en enfermizo.
En 4 de enero de 1604, el Caballero Negro
de Hungría, como se conocía a Ferenc por su fiereza a la hora de combatir,
murió de una súbita enfermedad tras una de sus batallas y dejó viuda a
Erzsébet, que contaba con 44 años. Es aquí cuando comienzan, según sus
acusadores, sus crímenes. A la muerte de su marido cuando se comenzaría a
conocer su verdadera cara, para empezar, despidió a su muy odiada suegra del
castillo, junto con el resto de la parentela ; las muchachas a las que ésta
protegía en esos momentos fueron llevadas a los sótanos y allí recibieron por
fin los castigos que, en opinión de Erzsébet, se merecían, la muerte de su
esposo el 4 de enero de 1604 radicalizó las actuaciones crueles de la condesa.
Viuda, se dio al vicio de enamorarse de sí misma.
Es por esta época que empiezan a
escucharse rumores de que algo muy siniestro ocurre en el castillo. Llegan
historias de que la condesa practica la brujería (explícitamente, la magia
roja) y para ello utiliza la sangre de muchachas jóvenes.
La locura y sadismo de Erzsébet se
desencadenó cuando una de sus desdichadas sirvientas le dio un desafortunado
tirón de pelos mientras la peinaba, la bofetada que le propinó su señora le
provocó una herida, la sangre salpicó a Erzsébet en la mano quien fue pronto
presa de la excitación al creer que la zona de la piel manchada se hizo más
tersa y blanca. Su mente enferma y obsesionada creyó que donde cayó la sangre
de la joven las arrugas desaparecieron y no dudó en desangrar a la sirvienta y prepararse una bañera con su
sangre en la que se sumergió. Ese sería el primero de una larga lista de
asesinatos para abastecerse de la sangre suficiente que le daría la eterna
juventud.
En su paranoica locura no se conformó,
para no frotarse con toallas que disminuyeran el efecto de la sangre, obligaba
a otras sirvientas a lamerle el cuerpo. A estas más les valía no mostrar
rechazo ni repugnancia, sabían que el castigo sería peor, torturarlas hasta la
muerte fue una práctica que no dudó en llegar a cabo la condesa.
La condesa húngara llegó a obsesionarse
con la belleza y creyó encontrar la fuente de la eterna juventud bañándose en
la sangre de jóvenes doncellas vírgenes
Desde entonces su mayor obsesión fue la de
encontrar mujeres, cuanto más jóvenes mejor y a ser posible vírgenes, para
poder bañarse en su sangre y, por supuesto, también beberla. Las muchachas eran
raptadas por algunos de sus colaboradores, tan siniestros como ella, destacando
a Dorottya, Ilona y Piroska a quienes se les catalogaba de brujas.
Elizabeth y sus acólitos no se conformaban
con desangrar a sus víctimas sino que además éstas eran sometidas a retorcidos
suplicios. Como muestra de sus peculiares gustos, este es el relato tomado a
una de las pocas chicas que lograron escapar.
“…una joven de doce años llamada Pola
logró escapar del castillo de algún modo y buscó ayuda en una villa cercana.
Pero Dorka y Helena Jo se enteraron de dónde estaba por los alguaciles, y
tomándola por sorpresa en el ayuntamiento, se la llevaron de vuelta al Castillo
de Cachtice por la fuerza, escondida en un carro de harina. Vestida sólo con
una larga túnica blanca, la condesa Isabel le dio la bienvenida de vuelta al
hogar con amabilidad, pero llamaradas de furia salían de sus ojos la pobre ni
se imaginaba lo que le esperaba. Con la ayuda de Piroska, Ficzko y Helena Jo,
arrancó las ropas de la doceañera y la metieron en una especie de jaula. Esta
particular jaula estaba construida como una esfera, demasiado estrecha para
sentarse y demasiado baja para estar de pie. Por su [cara] interior, estaba
forrada de cuchillas del tamaño de un dedo pulgar. Una vez la muchacha estuvo
en el interior, levantaron bruscamente la jaula con la ayuda de una polea. Pola
intentó evitar cortarse con las cuchillas, pero Ficzko manipulaba las cuerdas
de tal modo que la jaula se balancease de lado a lado, mientras que desde abajo
Piroska la punzaba con un largo pincho para que se retorciera de dolor. Un
testigo afirmó que Piroska y Ficzko se dieron al trato carnal durante la noche
acostada sobre las cuerdas, para obtener un malsano placer del tormento que con
cada movimiento padecía la desdichada. El tormento terminó al día siguiente,
cuando las carnes de Pola estuvieron despedazadas por el suelo”.
Ruinas del castillo de Csejthe
En aquella espiral de muerte y depravación, Báthory se hizo con una serie de artilugios como un terrible sarcófago conocido como
Durante más de 10 años, los campesinos del
lugar veían el carruaje de la condesa deambular por sus tierras en busca de
pobres muchachas engañadas con la promesa de una vida mejor a la dura existencia
del campo. Y las que se negaban, eran drogadas y obligadas a la fuerza a
acompañar a Elizabeth a un castillo del que nunca más saldrían con vida. La gran cantidad
de cadáveres fueron primero enterrados con cuidado en las inmediaciones de la
fortaleza pero al final, la
Báthory y sus cómplices no tuvieron reparo en dejarlos en los
campos sin ningún problema. A pesar de que la población cercana empezó a
sospechar de la desaparición constante de muchas de sus hijas, la alta cuna de
la que provenía la condesa hizo que ésta pudiera continuar con sus prácticas
asesinas de manera impune.
Pero las jóvenes muchachas se fueron
terminando y la sed de sangre de Elizabeth la llevó a cometer un grave error, no
dudó, desesperada por conseguir líquido para sus baños y víctimas para sus
sangrientas prácticas, recurrir a chicas de la aristocracia, el rey Matías no
pudo ya hacer oídos sordos a las historias dramáticas que llegaban de su
pariente. Hombres del rey, dirigidos por el palatino
Thurzó, decidieron investigar el caso. Cuando atravesaron los muros de Csejthe
se encontraron un horrendo espectáculo de cadáveres torturados, sangre
derramada y a la propia condesa disfrutando de uno de sus depravados baños.
Según la investigación del conde Thurzó, hallaron en el castillo
numerosas muchachas torturadas en distintos estados de desangrado, y un montón
de cadáveres por los alrededores. En 1612 se inició un juicio en Bitcse (Bytča en eslovaco). Erzsébet se negó a
declararse inocente o culpable, y no compareció, acogiéndose a sus derechos
nobiliarios. Quienes sí lo hicieron, por la fuerza, fueron sus colaboradores.
Juan Ujváry, el mayordomo (conocido
como Ficzkó), testificó que en su
presencia se había asesinado como mínimo a 37 "mujeres solteras" de
entre once y veintiséis años; a seis de ellas las había reclutado él
personalmente para trabajar en el castillo. La acusación se concentró en los
asesinatos de jóvenes nobles, pues los de las siervas carecían de importancia.
En la sentencia todos fueron declarados culpables, algunos de brujería,
otros de asesinato y los demás de cooperación.
Todos los seguidores de Erzsébet, excepto las brujas, fueron decapitados y sus cadáveres quemados; éste fue el
destino de su colaborador Ficzkó. A las brujas Dorkó, Helena y Piroska les arrancaron
los dedos con tenazas al rojo vivo "por haberlos empapado en sangre de cristianos"
y las quemaron vivas. Erzsi Majorova, una burguesa de la zona acusada de
cooperación, también fue ejecutada. Katryna, que con catorce años era la más
joven de las ayudantes de Erzsébet, salvó la vida por petición expresa de una
superviviente, aunque recibió cien latigazos en el cuerpo.
Pero la ley impedía que Erzsébet, una noble, fuese procesada. Fue
encerrada en su castillo. Tras introducirla en sus aposentos, los albañiles
sellaron puertas y ventanas, dejando tan sólo un pequeño orificio para pasar la
comida. Finalmente, el rey Matías II de Hungría pidió su cabeza por las jóvenes
aristócratas que supuestamente habían muerto a sus manos, pero el primo de esta
le convenció para que retrasara el cumplimiento de la sentencia de por vida.
Así es que la condenaron a cadena perpetua en confinamiento solitario. Esta
pena implicaba también la confiscación de todas sus propiedades, lo que Matías
venía ambicionando desde tiempo atrás.
La sentencia hecha pública el 17 de abril de 1611 condenaba a Erzsébet
Báthory a ser recluida de por vida, no corrieron la misma suerte sus cómplices
quienes fueron, todos ellos, ejecutados. La condesa pasó los siguientes 4 años
enterrada en vida, fue emparedada en su propio castillo, sin poder ver la luz
del día, aislada completamente, con una sola rendija por la que recibía algo de
comida. El 31 de julio de 1614, Erzsébet, de 54
años, dictó testamento y últimas voluntades a dos sacerdotes de la catedral del
arzobispado de Esztergom.
Ordenó que lo que quedaba de las posesiones familiares fuese dividido entre sus
hijos.
El 21 de agosto de 1614, uno de los
carceleros la vio caída en el suelo, boca abajo. La condesa Erzsébet Báthory
estaba muerta. Pretendieron enterrarla en la iglesia de Čachtice,
pero los habitantes locales decidieron que era una aberración que la
"Señora Infame" fuera enterrada en el pueblo, y además en tierra
sagrada. Finalmente, y como era "uno de los últimos descendientes de la
línea Ecsed de la familia Báthory" la llevaron a enterrar al pueblo de Ecsed, en el noreste de Hungría,
el lugar de procedencia de la poderosa familia. Todos sus documentos fueron
sellados durante más de un siglo, y se prohibió hablar de ella en todo el país.
Dos años después, las hijas y el hijo de Erzsébet fueron
finalmente acusados de traición por el apoyo de su madre a la guerra contra los
alemanes; Anna Báthory, una prima de la condesa, llegó a sufrir tortura por
este motivo en 1618, cuando contaba 24
años, pero sobrevivió. Finalmente la mayor parte de la familia Báthory-Nádasdy
huyó a Polonia;
algunos retornaron después de 1640. Un nieto sería
ejecutado en 1671 por oponerse al emperador alemán.
Los Archivos Nacionales de Hungría conservan abundante documentación
sobre ella, particularmente cartas personales y actas del juicio. Sin embargo,
sus míticos diarios, al igual que su retrato original, se hallan en paradero
desconocido.
Al morir la Condesa
terminaba así la historia de terror a la que Erzsébet sometió a las niñas, “la Condesa Sangrienta ”
a quien sus más de 650 asesinatos y torturas no le sirvieron más que para
sembrar el horror. La supuesta belleza y juventud eterna que su nodriza le había prometido de poco o
nada le sirvió en su encierro y en la tumba.
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