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lunes, 14 de septiembre de 2020

5 Aterradores Cuentos Cortos de Terror



1-    Mi primera noche en el departamento

  Sentí unas manos heladas que acariciaron mi rostro, abrí los ojos y un escalofrió recorrió todo mi cuerpo, había sido una pesadilla, encendí la luz del velador, miré la hora, eran las 2 la madrugada. Fui a la cocina y tomé un vaso con agua, era la primera noche que pasaba en mi nuevo departamento, regresé a la cama. Me desperté otra vez a las tres de la madrugada pero esta vez por culpa de un llanto, al parecer la vecina lloraba, encendí otra vez la luz y puse mi oído contra la pared para escuchar que estaba pasando en el departamento continuo, no se escuchó nada más, cuando regresaba a la cama un terrible grito de terror resonó con fuerza, sentí que mi corazón se agitó por el sobresalto, no esperaba escuchar eso, la vecina gritaba como si alguien la estuviera atacando, corrí en busca del teléfono y llamé a emergencias. Cuando llegó la policía y revisó el departamento, me dijeron que no vivía nadie allí, estaba vacío. Cerré la puerta con llave preocupada, yo había escuchado que atacaban a la vecina. Cerca de las 4 regrese a la cama, apague la luz y escuché una tétrica risa casi como un susurro que se originaba en mi habitación, logré escuchar claramente unos pasos que se aproximaban a mi cama seguido de unas manos heladas que me tocaron el rostro, de un salto encendí la luz del velador, con un sentimiento profundo de terror, vi una sombra que con rapidez atravesó el umbral de la puerta. Me arme de valor y revise todo el lugar, no había nada. No pude dormir más aquella noche. Al día siguiente le conté lo sucedido al conserje del edificio y se rio diciendo, debe ser la chica que asesino el marido a cuchilladas, una semana después encontraron su cuerpo en la nevera.

 

 





2-    El Armario

Cerca de la medianoche me despertaron los gritos de mi hijo, entre bostezos Acudí a su habitación para ver qué pasaba. Cuando ingresé lo vi temblando en su cama, - ¿Qué paso cariño?” le pregunté a lo que él respondió “¡Mamá, hay alguien en el ropero” Le sonreí todos los niños le tienen miedo a los armarios, más aún a tratándose de uno tan grande y antiguo, entonces para su tranquilidad con cierta gracia, fui hasta el ropero para enseñarle que no había nada, lo abrí y, me lleve la sorpresa más terrorífica de mi vida, mi hijo también está ahí, acurrucado dentro del armario sus ojos estaban repletos de lágrimas me metí en el armario sin comprender y mi hijo mientras temblaba balbuceo “¡Mamá, hay algo raro en mi cama!” La puerta de la habitación se golpeó con violencia, miramos aterrados hacia la cama, ahora estaba vacía.

3-    La voz de mi infancia

Aquel día fui a la casa de mis padres, estaban mudándose y necesitaban ayuda, después de mucho embalar y recordar eventos familiares decidí recorrer la casa, Como te imaginarás, me daba pena dejar atrás tantos recuerdos, más de 35 años vivieron allí mis padres, allí nacimos mis hermanos y yo, crecimos llenos de gratos momentos. Entonces mientras que mi familia descansaba sentados en el jardín, decidí rememorar algo que solía hacer de pequeña: y era meterme en el armario que hay debajo de las escaleras y ponerme a leer con una linterna, me encantaba esconderme ahí para que nadie me molestara. Allí me sentía como en un refugio y como guardábamos frazadas, ropa y juguetes viejos, era perfecto para reclinarse y leer. Al cabo de media hora me moví un poco para ponerme más cómoda y, de repente, escuché una tenue y rasgada voz que me susurró al oído - ¡Que felicidad! Sabía que vendrías por mí -. Del susto que me dio escuchar eso en la oscuridad la linterna se me cayó de las manos, me golpeé la cabeza con el techo y casi rompo la puerta para salir de ahí. Después de muchos intentar explicar porque había gritado tanto, mis hermanos abrieron el armario y descubrimos que la voz venía de mi vieja muñeca una que me habían regalado cuando tenía siete años y que habla cuando le jalabas una cuerdita en su espada, la había llamado Heidi y siempre que leía la tenía en mi regazo, por aquel entonces la llevaba conmigo a todos lados, Heidi era mi mejor amiga en la infancia. Debí de reclinarme sobre ella sin querer, y entonces me hablo, pero cuando volví a jalar la cuerda para mostrarle a mis hermanos cómo funcionaba la muñeca no volvió a emitir sonido alguno, su mecanismo estaba roto.

4-    La niña en la acera

Una pareja vuelve a casa en medio de la noche, después de pasear a su perro. Caminan entre calles y callejones pobremente iluminados, y al dar vuelta en una esquina, ven frente a ellos un par de bultos tirados. Se acercan para dar un vistazo y encuentran una mujer muerta, con la garganta cortada y en sus brazos una pequeña ensangrentada.

La niña estaba muy pálida, pero no se apreciaba en ella alguna herida, pensaban que probablemente sufría hipotermia, pues era una noche fría. En una decisión apresurada el hombre la envuelve en su chaqueta y la toma entre sus brazos, mientras su esposa intenta contactar al servicio de emergencias.

Pero, la batería del celular estaba muriendo y no pudieron completar la llamada, así que corren hasta su casa, para pedir ayuda desde ahí o tomar el auto para llevarla al hospital.

En su frenética carrera de pronto el hombre se detiene, al parecer cansado, porque cae de rodillas al sueloun charco de sangre rodea su cuerpo, su cara palidece, y en un momento suelta a la pequeña dejando al descubierto una terrible herida en su abdomen.

Lo que acurrucaba en sus brazos no era simplemente una niña, sino un engendro maligno, que intentó comérselo vivo, mordiéndole las entrañas. La pequeña se quita la chaqueta de encima, sus ojos son más oscuros que la noche, y sonríe tétrica mente mostrando sus múltiples hileras de afilados colmillos, y agitando sus sucias garras las clava en el pecho de la mujer.

Más de 10 muertos en la misma semana, en condiciones similares, la policía no dijo nada convincente, pero la gente en las calles rumoreaba que se trataba del espíritu de una pequeña que arrojaron al basurero, y andaba buscando venganza, por aquel hecho.

 

T   Tres pasos en la oscuridad

Se encontraba ahí parado en medio de la nada, con el resplandor de la ciudad a sus espaldas, y la oscuridad más negra que había visto jamás frente a él, por ambos lados le rodeaban sus vecinos, una docena de chicos que le retaron a cruzar aquella zona tenebrosa como iniciación antes de unirse al grupo, según sus palabras, todos en su momento se enfrentaron a lo mismo, sin embargo, era una mentira, ninguno de ellos había pisado las cercanías de ese sitio ni siquiera de día.

La gente decía que ahí vivía un viejo loco, un ermitaño que gustaba de echar plomazos a quien se acercase, y a propósito había sembrado ahí arboles tan densos que no dejaban pasar un rayo de luz ni en los días más soleados, pero nuevamente una mentira se asomaba, pues el lugar en si tenía algo extraño, la pesadez que se posaba sobre los hombros tan solo al acercarse, la sensación de ser acechado, y el miedo… el miedo que se sentía no era de este mundo.

El chico nuevo estaba exento de estas historias, pero no del efecto que provocaba aquel oscuro lugar, en el cual solo tenía que adentrarse tres pasos para obtener reconocimiento y aprobación de las personas que formaban su mundo entonces.

Solo tres pasos para demostrar su valía, solo tres simples pasos dentro de la oscuridad profunda…pero no hubo oportunidad de que diera solo uno, una súbita y agitada respiración los puso en alerta, después solo gritos, gritos y gritos llenos de terror que se fueron ahogando en la oscuridad.
Nadie se atrevió a dar esos tres simples pasos para salvarlo, para saber lo que ocurría, pero tienen muy claro que aquello que se lo llevó esa noche no era un viejo ermitaño, pues los viejos ermitaños no tienen cuernos, ni dejan pezuñas marcadas en el suelo.







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