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sábado, 13 de enero de 2018

Mujeres asesinas Francisca Rojas de Caraballo



Francisca Rojas de Caraballo, nacida en 1865, se desconoce la fecha de su muerte, en el año 1892, una madre mató a sus dos hijos para que no se los llevara el padre. Fue la primera persona en el mundo en ser condenada por las huellas digitales, creación de Juan Vucetich, fue tradicionalmente considerada en la ciencia criminalística como la primera persona en el mundo que fue condenada a partir de la evidencia otorgada por ella misma sus propias huellas dactilares. El 30 de junio de 1892 en la casa de los Caraballo, en el cuartel tercero de Necochea, tuvo lugar un doble crimen que marcaría un antes y un después en la investigación criminal, Francisca Rojas de 27 años de edad, una mujer hermosa de rasgos delicados, una chica que cualquier hombre hubiera pedido  su mano en matrimonio, asesinó salvajemente a sus dos hijos en la pequeña localidad bonaerense de Necochea. Su hijo Ponciano Carballo Rojas, de 6 años, y su hermana menor Teresa, de 4 años, fueron brutalmente asesinados en su casa. El crimen fue llevado a cabo en la tarde del 29 de junio, cerca de las 14hs según se presume, tuvo por escena la misma casa y la habitación de la familia Caraballo, en la cual a esa hora sólo lo se encontraba la esposa  Francisca Rojas, y sus dos hijos, los niños fueron encontrados  degollados en la cama de la madre y ésta al parecer estaba moribunda, presentando una herida en el cuello aunque no muy profunda.
Francisca trató de simular un ataque cortándose su propia garganta y luego culpando de ambos homicidios a su vecino Pedro Ramón Velázquez, él no confesó haber cometido ambos horrendos crímenes, por lo que los investigadores policiales necesitaban encontrar pruebas que lo  incriminaran o no. Velázquez fue detenido en el campo donde trabajaba y fue torturado, incluso delante de los cadáveres de los niños que supuestamente había asesinado, terminó siendo careado con la propia Francisca, quien seguía acusándolo sin dudar. En su furia, Francisca gritaba que, antes de cortarle el cuello, Velázquez le había dado una paliza. Pero en el cuerpo de Francisca  no había rastros de golpes. Lo que la policía si encontró como prueba, fue una huella dactilar ensangrentada en el buzón de la puerta de la casa, ya que la madre negó haber tocado los cadáveres de los dos niños, implicando haberse manchado con la sangre de ellos, por lo tanto la huella en cuestión sólo podría haber provenido del propio homicida.  Con la ayuda del argentino de origen croata Juan Vucetich, Oficial de la Policía de la Provincia de Buenos Aires  quien fue un pionero mundial en la materia, se determinó que tales huellas dactilares no pertenecían a Pedro, sino a la propia Francisca. Una vez confrontada con dicha irrefutable prueba, Rojas terminó confesando haber asesinado a sus dos hijos.
Los acusados madre y vecino, fueron trasladados a Necochea. Cuando la madre finalmente confesó el doble crimen, dijo que prefería matar a sus hijos antes que dárselos a su marido,  también hubo sospechas de torturas hacia la mujer. El cambio era demasiado drástico. Ella había dicho que, tras ser atacada, el asesino se había apoyado en la puerta antes de huir. Pero las huellas eran suyas.
 La condenaron el 20 de septiembre de 1894 en Dolores por el delito del doble homicidio de sus hijos menores, a sufrir la pena de penitenciaría por tiempo indeterminado. Las razones que llevaron a Francisca Rojas a cometer el doble filicidio fueron la interferencia de Pedro en un romance entre ella y otro pretendiente, además de la sensación de Rojas de haber resultado más atractiva ante ese otro galán si no tenía hijos, se considera que Rojas fue la primera persona condenada a nivel mundial basándose en la prueba o evidencia criminalística otorgada por sus propias huellas dactilares. Francisca cometió un delito  atroz en el que la perversidad de sentimientos estalla sin una cumbre de piedad contra sus propios inocentes hijos.



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